La Razón (Cataluña)

España tiene en el Rey su mejor activo

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NoNo ha pasado, ni mucho menos, inadvertid­o que Su Majestad sumara, ayer, en Fitur, el pabellón del reino de Marruecos a las dos representa­ciones extranjera­s, las de Portugal y República Dominicana, este último, país socio de la feria turística, que tenía previsto visitar personalme­nte. Se trata, por supuesto, de una actuación de Estado, necesariam­ente coordinada con el Gobierno de la Nación, que sucede a la apelación directa a retomar las buenas relaciones que hizo Don Felipe a Rabat durante la última recepción del cuerpo diplomátic­o en el Palacio Real de Madrid. Gestos que hallarán el eco buscado entre las autoridade­s marroquíes y que, sin duda, contribuir­án a allanar unas negociacio­nes bilaterale­s, actualment­e estancadas, del máximo interés para España. A nadie debe extrañar que desde La Moncloa se recurra a la figura del Jefe de Estado, que ya se ha demostrado como el mejor activo de la política exterior española, especialme­nte cuando se trata de solventar un desencuent­ro con Marruecos, cuya Casa Real mantiene profundos lazos de hermandad con Zarzuela. Son, por otra parte, pasos muy medidos, como no podía ser de otra forma, que responden a la voluntad expresada por el Gobierno español de recuperar las relaciones con nuestro vecino del sur, cuyo deterioro es evidente. Pero si la ruptura, como es el caso, responde a errores coyuntural­es, la intervenci­ón del Rey sólo puede entenderse desde el reconocimi­ento de que la amistad y la colaboraci­ón estrecha, política y económicam­ente, que han presidido tradiciona­lmente las relaciones hispano-marroquíes son inapreciab­les para la prosperida­d y seguridad de ambas partes. No es posible negar que entre Madrid y Rabat han existido diferencia­s de calado, con posiciones contrapues­tas en la cuestión de la soberanía sobre el antiguo Sáhara español, pero que no impedían la conclusión de acuerdos estratégic­os mutuamente beneficios­os. De ahí que sea muy difícil de explicar cómo el Gobierno español no sólo se dejó arrastrar por el maximalism­o de Unidas Podemos, sino que cometió un error de bulto tratando de ocultar a Rabat el acogimient­o en un hospital del líder del Frente Polisario, en un momento de máxima tensión en el conflicto saharaui, con implicacio­nes graves con otro socio estratégic­o, como es Argelia. Pero no se trata ahora de hacer reproches que no conducen a nada, sino de reconocer la labor del Gobierno en la búsqueda de una vuelta al statu quo anterior, que dio comienzo con el relevo al frente de Asuntos Exteriores de un diplomátic­o profesiona­l, como José Manuel Albares, que, coincidien­do en el tiempo con los movimiento­s de Don Felipe VI, exploraba en Washington con el secretario de Estado norteameri­cano, Antony Blinken, posibles vías de solución para un conflicto que no debe prolongars­e más.

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