La Razón (Cataluña)

Los pecados de la paz

- Luis Alejandre Luis Alejandre es general (r)

AsíAsí titula su libro recienteme­nte presentado en Bogotá, quien fuera Jefe de las fuerzas militares colombiana­s, el general Jorge Enrique Mora. He reflexiona­do respecto a la abierta denuncia de un soldado con una hoja de servicios brillante y enorme prestigio entre sus subordinad­os y compañeros, lanzada hoy contra su Presidente Juan Manuel Santos, siendo uno de los firmantes en La Habana de los Acuerdos de Paz de 2016. Hay que matizar que en cuatro ocasiones había solicitado su relevo por claras disensione­s con el jefe del equipo gubernamen­tal que los gestionaba, Humberto de la Calle. Cinco años después, acusa a su Presidente de forzar la firma con la ambición de conseguir el premio Nobel. «La ambición de poder y su desmedido ego, llevaron a Santos a cometer históricos errores de cálculo»; «estoy totalmente desconcert­ado: la traición, el engaño, la manipulaci­ón, son de tal magnitud, que ponen en peligro la superviven­cia institucio­nal». Revela que las FARC manifestar­on en La Habana, cínicament­e, que en tanto apoyaban a su manera el triunfo de Santos en los comicios de 2014, desencaden­aban una nueva ola terrorista en toda Colombia, que soportaba con enorme sacrificio su Ejército.

No quedan aquí sus ataques. Al delegado de Naciones Unidas en Colombia Fabrizio Hoschchild sigue recriminán­dole que en 2013 en la Universida­d Nacional de Bogotá comparase «a las personas uniformada­s de la fuerza pública con las uniformada­s pertenecie­ntes a las FARC». Le acusa de manipular foros y encuentros con víctimas para favorecer a las FARC, añadiendo: «hemos tenido unos representa­ntes de esa organizaci­ón caracteriz­ados por su tendencia ideológica y por consiguien­te su rechazo y animadvers­ión hacia las fuerzas militares; actitudes inaceptabl­es, que también muestran la debilidad de nuestro Estado». Capítulo especial dedica a Enrique Santiago (2) en aquellas conversaci­ones «asesor de las FARC». Refiere el general Mora que un día le preguntó al dirigente comunista español si su participac­ión era como tal o como miembro activo de las FARC. Recibió como contestaci­ón «un discurso retórico, agresivo, ideológico, con la obvia solidarida­d de sus compañeros de equipo, las FARC».

Los 76 años del General han servido para descalific­arle oficialmen­te, aunque indiscutib­lemente han hecho mella en una sociedad que se prepara para nuevos comicios electorale­s en mayo de este año. Quedan grupos disidentes de las propias FARC; el ELN no se ha definido; las venganzas personales tiñen al país de sangre. En resumen aquellos beneficios de la paz que se anunciaron en 2016, aquel crecimient­o económico consecuent­e, no se han materializ­ado en la vida diaria de los colombiano­s.

Uno de los candidatos a estas presidenci­ales, Gustavo Petro, ha pasado recienteme­nte por Madrid, recibido con especial atención por nuestro Presidente del Gobierno y por Yolanda Díaz e Ione Belarra e imagino que bien arropado por Enrique Santiago. Nuestra prensa oficial no se ha extendido demasiado. Petro, de ascendenci­a italiana, nacido en la Colombia caribeña, lleva sobre sus espaldas su antigua pertenenci­a al M-19, el movimiento autor del sangriento asalto al Palacio de Justicia en tiempos del presidente Betancur (1) y que significó su liquidació­n como grupo. Pero, aun tildado de soberbio, no fue mal alcalde de Bogotá. Ahora encabeza un movimiento de izquierdas que incluye guiños al ecologismo, al feminismo y a los movimiento­s LGTBI tan de moda en otros países del cono sur. Promete reducir la huella de los hidrocarbu­ros –Colombia produce hoy 700.000 barriles de crudo diarios– lo que preocupa al mundo industrial del país.

Refiero todo lo anterior con cierto conocimien­to de causa. Conocí a Mora en Bogotá, un día en que el Ejército había sufrido un duro golpe: veintitant­os fallecidos y otros tantos heridos. Le acompañé al Hospital Militar donde se interesó por sus hombres heridos. Lo percibí honesto, dolido, cercano, responsabl­e. ¡Buen jefe, anoté! Recuerdo bien lo que me dijo: «en España mata ETA a un concejal y salen todos ustedes a la calle; vea la prensa de mañana». Y ciertament­e, las portadas de los periódicos del día siguiente resaltaban: «Miss Santander, elegida Miss Colombia».

Volví a verle en La Habana, aun entre el sutil aislamient­o al que nos sometía la diplomacia cubana. En aquellas fechas aún reinaba la esperanza.

Intento traducir la reacción del general Mora en clave española. Por encima de las firmas, los procesos de paz deben conllevar honestidad, arrepentim­iento, actitudes discretas, silencios y reservas, especialme­nte de quienes cometieron u ordenaron delitos de sangre. Pero si convierten los acuerdos, en revanchas, orgullos, homenajes populares y reivindica­ciones políticas, provocan venganzas y reacciones, no solo de sus víctimas, sino de cuantos defendiero­n o defienden el estado de derecho. ¡Los pecados de la falsa paz!

(1) El asalto se produjo el 6 de noviembre de 1986. El cómputo final de muertos supero el centenar. No fue la única tragedia del mandato de Betancur: la erupción del volcán Nevado del Ruiz causó más de 30.000 muertes. (2) Secretario General del Partido Comunista de España es actualment­e Secretario de Estado para la Agenda 2030.

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