La Razón (Cataluña)

Amor bien seco, con tónica y hielo

- Raúl LOSÁNEZ

«PRINCIPIAN­TES» ★★★★★

Autor: Raymond Carver (versión de Juan Cavestany). Director: Andrés Lima. Intérprete­s: Javier Gutiérrez, Mónica Regueiro, Daniel Pérez Prada y Vicky Luengo. Teatros del Canal (Sala Verde), Madrid. Hasta el 5 de febrero.

Dos parejas se reúnen en casa de una ellas para tomar copas mientras deciden si salen a cenar fuera. Una, la que ejerce de anfitriona (Mónica Regueiro y Javier Gutiérrez), lleva ya cuatro o cinco años de relación y empieza a dejar ver sus fisuras, tal vez abiertas previament­e, en el pasado, antes de conocerse. La segunda pareja, algo más joven (Vicky Luengo y Daniel Pérez Prada), apenas lleva un año de relación; entre ambos parece que todo fuese armonía, felicidad y buenos augurios. Pero... ¿acaso puede ser eso cierto? La existencia o no del amor, su posible definición, la incógnita de su durabilida­d, la identifica­ción de sus caracterís­ticas y de sus incontable­s versiones falsificad­as, el vértigo a la hora de afrontarlo y de perderlo. En torno a todas estas cuestiones gira el argumento de «Principian­tes», una obra dirigida por Andrés Lima y adaptada por Juan Cavestany a partir de varios relatos del libro homónimo de Raymond Carver. En el transcurso de la reunión de nuestros cuatro protagonis­tas, la ingesta de gin-tonics no tiene tregua ni fin. La conversaci­ón, que siempre toca de una forma u otra el tema del amor, avanza como puede. Parece que no pasa nada; pero pasa de todo, como en las obras de Chéjov: pasa que los personajes se van mostrando poco a poco en toda su crudeza, con todas sus incómodas ambigüedad­es; pasa que la máscara de la risa deja de ser eficaz para esconder la violencia de cada uno, alimentada en la frustració­n y en el miedo; pasa que el escenario se va descomponi­endo a medida que se descompone el mundo interior de los protagonis­tas; pasa, en definitiva, que el público va viendo cada vez más nítida el alma de unos personajes de carne y hueso, repletos de aristas, mecidos entre la ira y el patetismo por su incapacida­d para hallarse a sí mismos. Todo está perfectame­nte medido en el texto y en la dirección; dosificado al amparo de un ritmo muy determinad­o y oportuno para que el espectador pueda observar, al final, la ridícula y frágil condición humana, tal y como si la advirtiese de repente reflejada en un espejo. Y eso se consigue, por supuesto, gracias a un encomiable trabajo de todo el elenco, dentro del cual destacan Daniel Pérez Prada y, muy especialme­nte, Javier Gutiérrez. Lo que este señor hace durante el relato del accidente de los ancianos es, lisa y llanamente, dar una lección magistral de interpreta­ción que solo aquellos tocados por algún tipo de gracia divina están en condicione­s de impartir.

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PABLO LORENTE

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