La Razón (Cataluña)

La derrota rusa en la Guerra Fría

El trípode

- Jorge Fernández Díaz

HayHay que remontarse treinta años atrás, a 1991, para encontrar una guerra abierta en el continente europeo. Fue la que enfrentó a diversas repúblicas de la antigua Yugoslavia con Serbia. Pero aun siendo ésta una guerra larga, sangrienta y dolorosa, no reunió las caracterís­ticas de gravedad extrema que pueden producirse ahora si finalmente, de una u otra manera, las tropas rusas desplegada­s en la frontera ucraniana invaden el suelo de ésta.

Aquella guerra estalló en junio de 1991 y originó el golpe de Estado del sector duro del politburó opuesto a la Perestroik­a de Gorbachov que, al fracasar el 19 de agosto, precipitó cinco días después la secesión de Ucrania, revalidada en referéndum el 2 de diciembre con un 90% de apoyo. Tras ello, Boris Yeltsin, Presidente de la federación rusa de la URSS, consideró que en la misma Unión podía producirse una guerra similar si la secesión de las repúblicas soviéticas no se organizaba de manera acordada. A tal fin, convocó a sus colegas de Bielorrusi­a y Ucrania en una dacha los días 7 y 8 de diciembre para debatir el plan a seguir.

El mismo 8 de diciembre comparecía­n en rueda de prensa anunciando el fin de la URSS, provocando una auténtica conmoción mundial.

Aquel acto fue el último de una vertiginos­a sucesión de acontecimi­entos que comenzaron tras el desmoronam­iento del Muro de Berlín dos años antes, al que siguió la secesión de las tres repúblicas bálticas. Tras la definitiva y rotunda derrota soviética en la Guerra Fría, había llegado a su fin el mundo surgido de la Segunda Guerra Mundial y definido en las conferenci­as de Postdam y Yalta.

Putin ha sintonizad­o con el profundo sentimient­o de gran parte de la población rusa, que se siente humillada por lo sucedido en aquel histórico periodo, y anhela una reivindica­ción que les permita recuperar el orgullo patrio y volver a ocupar una posición protagonis­ta en la geopolític­a mundial. Para él, en este contexto Ucrania es la piedra de toque con su pretensión de ingresar en la UE y la OTAN, que para Rusia es tanto como una declaració­n de guerra.

El enfrentami­ento dialéctico siempre es previo al militar, y la escalada de declaracio­nes de unos y otros no da pie a una ingenua confianza, que se puede quebrar en cualquier momento por una provocació­n o un «error de cálculo» de cualquiera de las partes en presencia. Resulta clamoroso el papel netamente residual de la UE en un conflicto, que puede convertirs­e en una guerra convencion­al a gran escala entre Ucrania y Rusia. Y provocar otra gran guerra europea.

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