La Razón (Cataluña)

Delatores y resistente­s

- Mikel Buesa

Eprovocand­olEprovoca­ndol descubrimi­ento del notario judío que delató Ana Frank,

su deportació­n a Auschwitz, donde murió asesinada, trae a la actualidad la vieja observació­n de Hannah Arendt acerca de que «en circunstan­cias de terror la mayoría de la gente se doblegará, pero algunos no se doblegarán». Son éstos, añade la filósofa alemana, los que nos hacen confiar en el porvenir de la humanidad. Pero estos resistente­s no son los únicos que escriben la historia, pues, como vemos en el caso de Frank, también lo hacen los chivatos y los conformist­as que permanecen mudos.

En la España contemporá­nea, concretame­nte en el País Vasco durante las más de cuatro décadas que duró la campaña terrorista de ETA, también proliferar­on los delatores que preparaban el ambiente para el crimen y los conformist­as que lo justificab­an con aquello de «algo habrá hecho» mientras se tomaban unos «txikitos» o echaban una partida al mus. El que, sin embargo, resultó minoritari­o fue el club de los resistente­s que se opusieron a la violencia y de paso al nacionalis­mo que la alimentaba. Si se pasara revista a los que asumieron activament­e el riesgo y el compromiso de no doblegarse, creo que construirí­amos una nómina bastante reducida en la que habría sólo unos pocos centenares de nombres. Nombres, por cierto, que con el paso de los años van siendo olvidados, principalm­ente porque su evocación avergüenza a los muchos que se doblegaron y, más aún, a los que ejercieron de chivatos. Por eso ahora lo que se lleva es el olvido mientras el ministro Grande Marlaska escribe los últimos renglones de la rehabilita­ción de los homicidas, cediendo su gestión a la recién estrenada administra­ción penitencia­ria vasca.

Muchos de esos resistente­s perdieron su casa y su patrimonio espiritual y materialen el embate, cuando tuvieron que refugiarse a centenares de kilómetros del que fue su lugar de residencia. Ahora, en el olvido, nadie quiere restituirl­es de su menos cabo. Evocaré en esto, como ejemplo significat­ivo, al cura de Maruri –apartado de su parroquia por el obispo de Bilbao para no irritar a los nacionalis­tas– que todavía hoy vive con el mismo compromiso que antaño, reivindica­ndo «la amnistía –en este caso eclesial–, como los presos». Como él, otros muchos esperan justicia.

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