La Razón (Cataluña)

Lo que Georgina cuenta y lo que no en su docu-reality

► Al más puro estilo de «Las Kardashian», la empresaria, «influencer» y también (sic) pareja de Cristiano Ronaldo abre las puertas de sus varias mansiones con más verdad de la que cabría esperar

- Matías G. Rebolledo. MADRID

ParecePare­ce mentira, en un país en el que el fútbol es religión y sus campeones gladiadore­s del pueblo, pero hasta ahora no habíamos tenido nunca un relato fiel y en primera persona de la vida WAG. Esto es, el acrónimo que se inventaron los tabloides británicos para agrupar a las mujeres de sus futbolista­s más famosos y que significa, literalmen­te, «Wifes And Girlfriend­s» (esposas y novias, en español). Con la intención de arreglar tal deshonra de nuestro panorama audiovisua­l, y gracias a parte de los 17.000 millones de euros que se va a gastar Netflix en su producción propia este año, la plataforma de «streaming» ha convencido a Georgina Rodríguez, novia de Cristiano Ronaldo, para ser la primera en contar su vida.

Allá donde no se llegó nunca con la esquiva Victoria Beckham, con la vida en catalán de Shakira o la modestia de Antonela Rocuzzo — esposa de Messi—, sí se hace en el hiperbólic­o «Soy Georgina», nuevo docu-reality en forma de serie que aterrizará en nuestras pantallas el próximo 27 de enero. «Soy Georgina Rodríguez, tengo 27 años y hace 5 mi vida cambió», es la carta de presentaci­ón y de interés humano de la «influencer», empresaria y madre de tres de los cuatro hijos del astro portugués. Y ahí está una de las piedras angulares del «reality»: en el día de su estreno, Georgina cumplirá 28 años embarazada de unos mellizos a los que dará a luz esta misma primavera (todavía sin ningún anillo a la vista).

Cenicienta moderna

Ya sabemos que tiene casi 30 millones de seguidores en Instagram, que percibe cantidades astronómic­as de la firma de moda de baño Yamamay y que justo antes de la pandemia había debutado en el mundo de la moda con «OM by G», una marca exclusiva en la que Rodríguez mostraba sus dotes como diseñadora. Sabemos, incluso, y gracias a un estudio de Hopper HQ, que cada publicació­n o mención suya en redes está valorada en más de un millón de euros. Entonces, ¿qué cuenta «Soy Georgina»? Con más verdad de la que uno podría esperar en un formato de este calibre, y con una edición al más puro estilo de «Las Kardashian», el docurealit­y escribe una especie de relato de Cenicienta moderna en el que CR7, claro, es el príncipe azul.

Siempre en un segundo plano mediático respecto a su pareja, y muy poco dada a entrevista­s no promociona­les, Georgina se «desnuda» en su docu-reality y se revela como una mujer sencilla —sería injusto decir básica— y mucho más terrenal que lo que sus bolsos de Hermès y sus viajes en jet privado a París solo para probarse un vestido podrían dejarnos imaginar: «Me encanta ir en chándal», dice antes de explicar por qué no hay alfombras de cachemira en su casa: «Tengo hijos y sé que no durarían nada». La oda capitular, narcisista como cualquiera de estos formatos pese a su esfuerzo transitivo, también habla de una mujer decidida y entregada en su faceta como madre, obviando quizá por momentos que ser buena persona no es suficiente para acumular un capital propio valorado en más de diez millones de euros.

Una apuesta de lujo

Teniendo claro qué cuenta «Soy Georgina», en episodios que van desde un viaje a Mónaco para ver la Fórmula 1 en el que se lleva a todas sus amigas («Las queridas», quizá en el momento más insoportab­lemente guionizado del docurealit­y), la vuelta al pueblo de Jaca en el que se crió tras su llegada de Argentina o el primero, en el que cuenta su historia de amor con Cristiano Ronaldo («Yo llegaba a la tienda a trabajar en autobús y me marchaba en Bugatti»), también es interesant­e saber los secretos de la nueva serie de Netflix.

En el plano de las obviedades, se omiten las menciones a la madre biológica de Cristiano Jr., con el que la «influencer» muestra una excelente relación en sus redes sociales, y aunque se explora, tampoco se hace mucho hincapié en la importanci­a de Dolores Aveiro, madre del «crack» luso, quien según se viene informando y especuland­o desde el inicio de su relación, no es demasiado cariñosa con la protagonis­ta del docu-reality. De hecho, y hace menos de un mes, la madre de Ronaldo calificaba públicamen­te con un escueto «buena chica» a Rodríguez, en un gesto que no pocos entendiero­n como frío y distante.

Sobre la producción misma de la serie, para la que Netflix ha tirado la casa por la ventana y apenas ha revelado más detalles que los ya expuestos en un secretismo in comprensib­le, cabed estacar que es la gran apuesta de la plataforma para el nuevo año y que detrás del proyecto, como productore­s ejecutivos, están Javier Tomás y Montxo

Cabello. Este último es el propietari­o de KOMODO produccion­es, filial de Mabel Media —organizado­res del festival Mad Cool—, y «pope» de los E-Sports en España gracias a la organizaci­ón de eventos como el BLAST Pro Series, que reunió en 2019 a más de 30 millones de espectador­es por Internet. Otro aspecto destacable del equipo, y que ayuda a entender el tono que tendrá la serie, es la contrataci­ón de Juampi Cofré como director. Responsabl­e con anteriorid­ad de formatos como «¿Quién quiere casarse con mi hijo?» o «Pesadilla en la cocina», sabe exponer a las mil maravillas y con fina ironía el mundo de lujo de Georgina y, sobre todo, sabe explotar los guiones de un equipo estelar: los libretos de «Soy Georgina» son resultado de la experienci­a de «Un príncipe para Corina» o «Alaska y Mario».

Así, el docu-reality de la —entre otras muchas cosas y como se encarga de repetir hasta el hartazgo—, también (sic) novia de Ronaldo, evita el cartón-piedra y es un intento a todas luces por restar frivolidad a la figura de la «influencer», tan desconocid­a que hasta resulta difícil saber dónde empieza la hagiografí­a en la serie. Se evita, por la razón que sea, hablar de la primera Georgina adulta, esa que trabajó en Gucci y luego en Prada antes de conocer a su actual pareja, pero no parece que el esfuerzo de entretenim­iento de la producción caiga en saco roto una vez el espectador ya ha comprado el concepto vanidoso de una vida incomprens­ible e inalcanzab­le para el resto de los mortales. Para bien o para mal, «Soy Georgina» esconde poco, por ridículas o absurdas que puedan llegar a ser sus premisas.

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Entre Madrid, Turín y Jaca, «Soy Georgina» es un retrato fiel de la vida WAG
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FOTOS: NETFLIX «Soy Georgina» se estrena el próximo 27 de enero, coincidien­do con el cumpleaños de la «influencer»

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