La Razón (Cataluña)

¿Quién quiere la guerra?

- Francisco Marhuenda

LasLas declaracio­nes de las dirigentes de Podemos sobre la crisis de Ucrania resultan tan pedantes como insufrible­s. No conozco a nadie que quiera una guerra. La realidad es que hacen interpreta­ciones simplonas de temas enormement­e complejos y tienen opiniones tajantes que trufan con descalific­aciones, desacredit­ando a quienes no piensan como ellas. Tras escucharla­s parece que existe un antes y un después en la Historia de España marcado por su irrupción en política. Estamos ante un conflicto muy complicado, con raíces históricas que se remontan a hace varios siglos y supongo que referirme al Rus de Kiev, los Varegos, la ocupación mongola, los principado­s previos a la unificació­n zarista, la influencia de Bizancio, la importanci­a de la religión ortodoxa y la conversión de los pueblos eslavos sonará extraño en Podemos. A lo mejor creen que me refiero a un precuela o secuela de «Juego de Tronos». Su posición es heredera de un tradiciona­l sometimien­to al comunismo soviético que ahora representa Putin. Estamos ante un presidente que se considera un orgulloso heredero de los líderes de la Unión Soviética y la Rusia de los zares. Es verdad que adaptado a los tiempos moderno, pero no por ello menos despótico y ambicioso.

Hay que tener presente que Podemos es una formación de raíz comunista y antisistem­a. Unos lo reconocen abiertamen­te y otros lo son sin hacerlo por una cuestión de táctica política. Belarra, Montero, Iglesias, Mayoral o Echenique estarán siempre más próximos de los regímenes autoritari­os, como Rusia, que de una democracia como Estados Unidos. En cambio, Sánchez está alineado con aquellos que defienden la libertad e independen­cia de Ucrania. Lo que quieren es que este país soberano forme parte del área de influencia de Rusia y que Putin puede hacer lo que le dé la gana. No es necesario tener ardor guerrero para defender la democracia en el mundo. Es evidente que no les gusta a los podemitas, como tampoco al comunismo, porque no permite el adoctrinam­iento de la sociedad y acabar con las libertades públicas. No es cómodo para Sánchez tener como socios a formacione­s que defienden modelos autoritari­os. El «no a la guerra» es algo en lo que todos coincidimo­s, pero no tiene por qué ser un cheque en blanco, como quiere Podemos, para Putin.

«No es necesario tener ardor guerrero para defender la democracia en el mundo»

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