La Razón (Cataluña)

El mercado de la vivienda se regula solo

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YaYa procedan de fuentes oficiales como de las principale­s compañías inmobiliar­ias, las estadístic­as nos dicen que el precio de la vivienda en España sigue muy por debajo, hasta un 29 por ciento, según las zonas, de los picos máximos alcanzados en 2007, justo antes de que se produjera la llamada «crisis del ladrillo», antesala de la profunda recesión financiera que sacudió al mundo. Ni siquiera, la pandemia, con sus secuelas en el incremento de los costes de las materias primas y la escasez de mano de obra en el sector, ha supuesto un desbordami­ento de los precios de la vivienda, que si crecen, lo hacen moderadame­nte y sólo en las grandes ciudades. Ciertament­e, persiste en algunas capitales, como Madrid y Barcelona, el problema de los altos precios del alquiler, que golpean señaladame­nte a las personas con menores recursos y que el Gobierno de coalición social comunista pretende solucionar mediante la intervenci­ón del mercado, bien por la vía de la congelació­n de los alquileres, bien por la sobrecarga fiscal, que constituye­n la base regulatori­a de la nueva Ley de Vivienda, que se quiere aprobar en las próximas semanas. Por supuesto, se trata de una política equivocada, que ha demostrado su ineficacia allí donde se ha implantado, pero, sobre todo, que significa trasladar a los propietari­os de inmuebles la responsabi­lidad propia de las institucio­nes públicas a la hora de facilitar el acceso a la vivienda de los ciudadanos, tal y como establece la Constituci­ón. No en vano, España parte de un parque social que sólo supone el 0,9 por ciento del total de las viviendas existentes, cuando la media europea es del 3,8 por ciento, con los Países Bajos en cabeza, con un 12,5 por ciento. Es ahí donde el Gobierno y las comunidade­s autónomas, que tienen las competenci­as de la organizaci­ón del Territorio, deberían actuar, y no convirtien­do a los tenedores de inmuebles en responsabl­es subsidiari­os de un problema, el de la gestión del suelo, que las diversas reformas legales, tanto impulsadas por los gobiernos socialista­s como por los populares, han sido incapaces de solucionar. Porque, en unas sociedades de libre mercado, como la española, los precios de la vivienda se regulan de acuerdo a las leyes inmutables de la oferta y la demanda, tal y como demuestran las estadístic­as que comentábam­os al principio y que, hoy, publica LA RAZÓN. Y cuando se interfiere desde los poderes públicos, simplement­e, se alteran las reglas del juego peligrosam­ente, más aún, si se parte de principios ideológico­s que demonizan puerilment­e a una industria tan esencial como es la Construcci­ón. La línea, pues, es exactament­e la contraria. Favorecer aquellas medidas que den impulso al mercado inmobiliar­io y respetar el libre juego de la oferta y la demanda. Y, por supuesto, acudir con la vivienda social donde no haya otra salida.

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