La Razón (Cataluña)

Espectácul­o sin premio

► El Sevilla cede un empate ante el Celta en un partido más abierto de lo que le gusta a los de Lopetegui

- L. Haurie.

No acostumbra este Sevilla a ofrecer espectácul­os vibrantes como el que se vio ayer en el Sánchez Pizjuán. Noventa minutos emocionant­es ante el Celta pero en los que los andaluces sólo sumaron un punto. Un saldo mucho peor que el de otras muchas tardes más anodinas en las que no pasa casi nada, pero el Sevilla suma los tres puntos haciendo lo mínimo en ataque. Se fueron algo más tristes los aficionado­s sevillista­s que otros días, porque vieron posible la remontada al final, pero no podrán decir que se aburrieron.

La primera mitad fue la prueba palpable de que eso que los académicos llaman «buen fútbol» es una filfa si no llega acompañado de su majestad el resultado. Mandó Coudet, valiente como suele, a sus huestes a presionar al Sevilla en la base de la jugada pero enseguida se dio cuenta de que cada vez que era batida una línea había peligro para Dituro. Así que cambió de idea y esperó a los chicos de Pablo Sanz (Lopetegui sigue con covid) que, apoyados en un inspirado Tecatito, merecían el gol que no lograban por la escasez de sus recursos en el área. Rafa Mir, ya estaba tardando, escuchó la bronca que llevaba reclamando un tiempo. Las ocasiones del Sevilla en este periodo fueron pocas, aunque claras. Las desperdici­aron los locales y no perdonaron los delanteros del Celta que, con dos zarpazos después de robar la pelota en campo contrario, pusieron por delante a su equipo. Primero acertó Cervi y después Aspas, que batió a Dmitrovic y se quedó parado para no celebrar el tanto.

Tras el descanso entró el Papu Gómez para darle al Sevilla lo que le faltaba: generación de juego y puntería. Un zambombazo suyo a la escuadra sirvió para recortar distancias y una irrupción por banda la remató Óliver para poner el empate con tiempo suficiente para culminar la remontada. El Sánchez Pizjuán ya era una caldera cuando, otra vez Óliver, conectó un cabezazo que se fue a estrellar en el palo tras una banana de Acuña desde la izquierda.

Ahí estuvo la victoria y los tres puntos que sí hubieran mandado de verdad satisfecho­s a los aficionado­s para casa, que a pesar del espectácul­o se fueron echando pestes, porque lo bonito es ganar y los suyos llevan tres partidos sin hacerlo.

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EUROPA PRESS Óliver tuvo el gol de la victoria, pero se encontró con el palo
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