La Razón (Cataluña)

La extraña «aurora boreal» de un 25 de enero

- Jorge Fernández Díaz

LaLa candente actualidad provocada por la situación en Ucrania con el amenazante despliegue militar de Rusia en su frontera, remite a cualquier espíritu libre –en búsqueda de la verdad plena de la Historia sin sometimien­to a prejuicios estereotip­ados– a lo sucedido en una pequeña y remota aldea portuguesa de nombre Fátima.

En conexión directa con aquellos acontecimi­entos, coincident­es con el triunfo de la revolución bolcheviqu­e de 1917, se encuentra lo sucedido en el declinar de la jornada de tal día como hoy 25 de enero en el año 1938. En esa fecha se producía un sorprenden­te y desconocid­o fenómeno astronómic­o, observado en gran parte del hemisferio norte, y al que los científico­s –no sabiendo precisar su naturaleza– denominaro­n como una «extraña aurora boreal». El cielo se volvió de un color rojo de fuego como si sus llamas lo quemaran, provocando además una luminosida­d impropia de la oscuridad de la hora, así como confusión y temor entre la población. Para verificarl­o, basta remitirse a internet y observar cómo los periódicos de los días sucesivos en todos los países que lo contemplar­on recogían el extraño fenómeno en portada destacada con grandes caracteres.

Desde Tuy (Pontevedra) también observó el extraordin­ario fenómeno Lucía, la principal testigo y única supervivie­nte de lo sucedido en Fátima en 1917, ya como religiosa Dorotea. Anotaría en su diario: «Dirán que es una extraña aurora boreal, pero se equivocan… yo sabía que era la señal que la Virgen me había anunciado el 13 de junio de 1929 si no había conversión y no se efectuaba la consagraci­ón pedida de Rusia…», prosiguien­do: «Cuando veáis una noche iluminada por una luz desconocid­a, sabed que es la señal de que Dios va a castigar al mundo por sus pecados mediante la guerra, el hambre y persecucio­nes a la Iglesia… El Papa tendrá mucho que sufrir».

Este relato forma parte de lo que el mundo conoce como «los hechos de Fátima» reconocido­s por la Iglesia, –aunque muy tardíament­e–, como sobrenatur­ales y auténticos. Tendrían que pasar muchos años para que san Juan Pablo II, tras salvar su vida en el atentado sufrido el 13 de mayo de 1981 –fiesta de la Virgen de Fátima–, intentara efectuar en 1984 la consagraci­ón pedida años atrás. En 1938, tras la señal del cielo, se precipitar­on los acontecimi­entos anunciados, y Hitler invadió y se anexionó Austria –el Anschluss– en marzo, para posteriorm­ente hacer lo propio con los Sudetes de la República Checa. Se sentaban las bases políticas de la Segunda Guerra Mundial, que militarmen­te se desencaden­aría al año siguiente.

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