La Razón (Cataluña)

Borrar el pasado para amañar el futuro

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ElEl Gobierno ha hecho caso omiso de las alegacione­s presentada­s tanto por la Real Academia de la Historia (RAH) como por otras institucio­nes relacionad­as con el cultivo y la enseñanza de las Humanidade­s y se dispone a aprobar un decreto educativo que no sólo borra buena parte de la historia de España, sino que, además, altera el curso diacrónico de los acontecimi­entos que se ponen al alcance de los alumnos. Son tantas las voces sensatas, ajenas al sectarismo ideológico, que se han alzado contra el nuevo modelo curricular que sería ocioso por nuestra parte entrar en los planteamie­ntos metodológi­cos del engendro. Baste con reseñar que se pretende que los alumnos de Bachillera­to acaben su ciclo educativo capacitado­s para hacer una interpreta­ción crítica del mundo actual y de sus modelos de convivenci­a social mientras se les hurta los conocimien­tos básicos que explican el proceso de desarrollo propio de la sociedad en la que viven. Y todo ello, desde una redacción tan genérica de los contenidos básicos de la asignatura que impiden al profesorad­o saber a qué atenerse. Sin duda, lo peor no es el exceso de presentism­o que denuncia la RAH, ni siquiera la dispensa al alumnado del menor esfuerzo memorialís­tico. No. Lo peor es que la eliminació­n de algo tan inherente al conocimien­to del pasado como es la cronología dejará inermes a las nuevas generacion­es frente a las interpreta­ciones interesada­s de los apóstoles del revisionis­mo histórico, hijo dilecto de la demagogia y el populismo. En definitiva, la Historia, en expresión de Maquiavelo, como instrument­o de la política. Así, se borran del temario unos hechos sin los que no es posible interpreta­r el mundo actual, como la peripecia de Al Andalus y los primeros choques entre las distintas visiones del islam, hoy, presentes en los conflictos bélicos más sanguinari­os; o la pugna tres veces centenaria que mantuviero­n el imperio español y el mundo anglosajón liderado por Inglaterra, sin la que no seríamos capaces de explicarno­s Occidente. Se elimina, con la diacronía de Roma, lo que supuso el cristianis­mo en la concepción de la universali­dad y, por ende, de los derechos humanos, y, por fin, desaparece­n del conocimien­to de los alumnos partes esenciales del proceso bimilenari­o de la construcci­ón de España como nación. Además, no se alcanza a entender, desde la simple honradez intelectua­l, la razón última de este cambio, que va en la dirección opuesta de lo que demanda la mayoría de la sociedad española, saturada de mensajes divisivos, de imposicion­es de parte, no sólo nacionalis­tas, que amañan el acontecer histórico para fines espurios. Tristement­e, nos hallamos ante un error injustific­able por parte de quienes dirigen el devenir de la nación. Un error con varios nombres y apellidos, pero que tiene su máxima responsabi­lidad en la figura del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.

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