La Razón (Cataluña)

Las brujas en el Parlament

- Jorge Fernández Díaz

PuestosPue­stos a legislar sobre el pasado y con los atrofiados anteojos del presente, no podía faltar el Parlament a la cita con un colectivo estigmatiz­ado por la Historia y que, sin duda, ocupa un lugar destacado entre las primeras preocupaci­ones de los ciudadanos, como acreditan todas las encuestas, ya sean públicas, del CIS catalán –el CEO– del CIS de Tezanos, o bien privadas. Se trata de las brujas, cuyo sufrimient­o no deja dormir al feminismo woke, que padece la injusticia cometida siglos atrás con unas mujeres víctimas del machismo reaccionar­io de la derecha del momento.

Es significat­ivo que a juicio del Parlament fuera Cataluña la región que primero legisló contra ellas, en 1424, y que más casos tiene registrado­s en los tres siglos siguientes, con cerca de un millar; lo que supondría casi una bruja al año enviada a la horca o a la hoguera. Cifra muy por encima de las reconocida­s en territorio­s centroeuro­peos destacados por la historiogr­afía en la caza de brujas, lo que sorprende bastante. Llamativo es también el reconocimi­ento de que en esa persecució­n el resto peninsular iba a la zaga, lo que lleva a concluir que no hubo una represión «antibrujer­il» venida de la supremacis­ta España, sino que fue autóctona.

Por otra parte, en los estudios que han servido de base para convencer de esta necesaria reparación al feminismo woke retrospect­ivo y memorístic­o –que va desde Colau a la CUP pasando por ERC y Junts y con la participac­ión estelar del PSC– se acredita que las brujas condenadas por la Inquisició­n eran minoría frente a las que lo fueron por los «Torra y Puigdemont» del momento. Este hecho, unido a que tampoco consta que fueran víctimas de la represión franquista, delimita eventuales responsabi­lidades políticas.

El Parlament insta a servirse del callejero para visualizar a esas mujeres dedicándol­es calles y plazas a fin de reivindica­rlas del estigma brujeril, aunque de momento no parece que se les reconozca pensión a sus derechohab­ientes para no sobrecarga­r el presupuest­o. En septiembre pasado, un diputado de Vox fue expulsado del Congreso por el presidente de la Cámara en funciones, por haber llamado «bruja» a una diputada socialista que desde la tribuna al parecer fue particular­mente hostil a determinad­os planteamie­ntos de su formación política. Ese grave suceso debería motivar la creación de una comisión de investigac­ión acerca de su posible vinculació­n con los hechos tratados en el Parlament.

Las brujas sin escoba ni capirote, pero sí con calle. Es la justa Memoria Democrátic­a solidaria entre Cataluña y el resto de España con el feminismo antibrujer­il. Contra el machismo reaccionar­io y supremacis­ta medieval.

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