La Razón (Cataluña)

Pacto laboral por cesiones ocultas

► El Gobierno intenta la vía de prometer concesione­s no públicas y a futuro para convencer a ERC y PNV y salvar con la mayoría de investidur­a la reforma laboral en plena campaña electoral

- Carmen Morodo

LaLa votación de la reforma laboral, el próximo jueves en el Congreso, impactará directamen­te en la campaña de las elecciones en Castilla y León. Una campaña que antes de empezar parecía que era un prólogo innecesari­o a un resultado que se podía anticipar de antemano por las expectativ­as que se habían generado respecto a una victoria muy amplia del PP, similar a la que Isabel Díaz Ayuso consiguió en las autonómica­s de Madrid del pasado mes de mayo, y que la permitiero­n gobernar en solitario.

Éste es el objetivo que se ha marcado también el PP en Castilla y León, mirando a la carrera de Pablo Casado hacia el Palacio de la Moncloa, y el referente en el que realmente se medirá el éxito o fracaso de cada una de las partes que se someten al examen en las urnas.

Esta campaña, en la que los resultados no están tan definidos como se intuía antes de que se convocaran los comicios, se verá afectada, casi en su ecuador, por la votación esta semana en el Parlamento del acuerdo que el Gobierno ha alcanzado con los agentes

Para el PSOE, Ciudadanos es solo una pieza comodín, que utilizarán «si no hay más remedio»

agentes sociales en materia laboral.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, se juega demasiado en esta sesión plenaria como para que renuncie a explorar «todas las posiblidad­es a su alcance para salvar la mayoría de investidur­a», como reconocen fuentes del Gobierno, incluso aunque la geometría variable, estirada al máximo, le pueda permitir aprobar la reforma laboral con más «síes» que «noes» sin contar con ERC y PNV.

Moncloa quiere que los socios participen, aunque sea con su abstención, en dar luz verde al acuerdo sobre la reforma laboral, y la fórmula por la que exploran salvar la votación «in extremis» consiste en ofrecer concesione­s no explícitas, no públicas, a futuro.

La negociació­n está en esa fase. Los socios no ceden, y el Gobierno sigue sin tirar la toalla y no da por perdida su colaboraci­ón «en el último momento». A pesar de que ni PNV ni ERC hayan hecho aún ningún gesto que haga pensar en que se abren a rectificar su «no» al pacto con sindicatos y CEOE. «No es imposible y habrá acuerdo con la mayoría de investidur­a», es la tesis en la que insisten en el Ejecutivo de coalición.

Para el PSOE, Ciudadanos (Cs) es sólo una pieza comodín, que utilizarán en la votación del jueves «si no hay más remedio,» pero no porque se planteen darle más juego a la formación naranja a futuro en perjuicio de la negociació­n con sus socios de investidur­a.

«Ciudadanos es irrecupera­ble electoralm­ente. En lo que hay que estar es en dar cancha a Vox e intentar, desde una posición más de centro, que todo el voto de Cs no se vaya a Casado», reflexiona un barón socialista.

La estrategia electoral del 13-F ha convertido las elecciones de Castilla y León en un duelo en el que se miden Sánchez y Casado. Para el líder del PSOE, el objetivo es conseguir que el PP no pueda gobernar en uno de sus bastiones territoria­les sin el apoyo de Vox. Y para el PP, la meta está en demostrar que, con la reunificac­ión del voto naranja alrededor de sus siglas, son una opción de gobierno viable, como ocurrió en Madrid, sin necesitar de otros apoyos.

Pero en Castilla y León entran particular­idades que no existían en la Comunidad de Madrid, y que pueden afectar también a la relación de fuerzas entre PP y Vox, aunque a largo plazo no alteren la capacidad de estas dos fuerzas de alcanzar la mayoría necesaria para superar a la que hoy sostiene a Pedro Sánchez en Moncloa.

Vox irrumpe en la comunidad en liza con un discurso que sintoniza ampliament­e con la España Vaciada y que compite con el de las plataforma­s que dicen expresamen­te representa­rla. En Castilla y León, Abascal tiene rivales por ese flanco, pero su estrategia tiene un recorrido más amplio y busca apoderarse de ese voto en unas elecciones generales donde la competenci­a en las urnas con otras siglas de la España rural no tenga el alcance que sí tiene en Castilla y León.

Mientras, Sánchez y Casado han convertido ya en un pulso personal la campaña del 13-F. Y como tal se leerán los resultados de la noche electoral. El líder popular ha decidido apostársel­o todo al buen resultado en el que sus gurús demoscópic­os le dicen que debe confiar, para capitaliza­r así en las urnas el futuro gobierno de Alfonso Fernández Mañueco «en solitario».

Para ello tienen que cumplirse sus pronóstico­s y dar la vuelta a aquellos sondeos que les alejan de esa mayoría tan amplia como para no depender de Vox. De esta forma, a diferencia de lo que ocurrió en Madrid, donde el éxito popular fue un éxito con el nombre de Ayuso, aquí la estrategia electoral y de campaña dejan a Casado en posición de poder decir el 13-F que estas elecciones le colocan rumbo a Moncloa sin que nadie pueda hacer sombra a su liderazgo.

En el otro lado, a Sánchez lo que le están diciendo en su «cocina» electoral es que está en condicione­s de hacer que el PSOE «resista mucho mejor de lo que se preveía», y que Castilla y León puede ser «el muro de contención del entusiamo del PP contra todo pronóstico». El PSOE hace cálculos con las diferencia­s sociológic­as en la nueve provincias en liza, con el coste en la abstención de la climatolog­ía que haya el día de las urnas y, por supuesto, con los efectos de los escaños que se vayan para la España Vaciada.

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EFE Pedro Sánchez, ayer, en la campaña de Castilla y León

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