La Razón (Cataluña)

Objetivo: liquidar a Díaz

- Jorge Vilches

PabloPablo Iglesias no la soporta. No sería una cuestión personal sino fueran dos comunistas. Yolanda Díaz quiere conducir ala izquierdaq­ue está ala izquierda del P SO E hacia lo que llama «nuevo laborismo». Iglesias la ve como una antigualla, representa­nte de la vieja izquierda. Díaz quiere labrarse un perfil de gobernante, de mujer de Estado apegada a la realidad. Esto explica su silencio en la cuestión de Ucrania. Su «sí se puede» se limita a aspiracion­es dentro de parámetros sindicales e institucio­nales. De ahí que se pegue a CCOO y a UGT, la vieja «clase obrera» que lucha contra el «gran capital».

Esto chirría aPab lo Iglesias, que desprecia el sindicalis­mo «colaboraci­onista», y que piensa que la transforma­ción está en manos de los movimiento­s sociales. Díaz reclama la identidad obrera, mientras que Iglesias apuesta por identidade­s transversa­les en clave antisistem­a. Es el choque entre la tradiciona­l lucha de clases y el populismo de manual. La vicepresid­enta quiere resucitar el paradigma marxista-leninista, y dirigirse a los trabajador­es para construir una alternativ­a socialdemó­crata al estilo de la segunda posguerra europea. Por esto cita a Attlee, el Primer Ministro británico del partido laborista que ganó a Churchill las elecciones en 1945 con un programa de bienestar social.

Esto no tiene nada que ver con el Hugo Chávez de Iglesias, que cree que eso es competir con el P SO E en su terreno de juego, y que ahí no tienen posibilida­d de ganar. Piensa que hay que llevar la competició­n a otros terrenos de juego, como el feminismo, la auto determinac­ión de las naciones, y el ecologismo como depuración de las costumbres privadas. Esto no convence a Díaz porque no renta en las urnas. Queda bien en un programa de televisión o en Twitter, pero no lleva al poder. La clave decisiva, piensa, es el obrerismo. obrerismo. Eso es lo transversa­l, porque con independen­cia de la identidad sexual o de la preocupaci­ón medioambie­ntal, todos son trabajador­es. Sin bienestar material no hay libertad sexual que valga ni cala la abstención de comer carne roja.

Iglesias llegó para romper el régimen, y con este objetivo buscó alianzas. Por esto fue el interlocut­orde los independen­tistas, lo que permitía a Sánchez alimentar a Frankenste­in. Díaz cree que apoyar al independen­tismo no gusta en la U E. Además, esa connivenci­a con los nacionalis­tas impide crecer allí donde reclaman que los políticos se preocupen por el día adía, como elIPCoelem­p leo, más que por la« auto determinac­ión ». El conjunto ha hecho vera Iglesias que Díaz va a destruir Podemos: una agrupación al servicio de la ruptura del “régimen del 78”. Esto ha provocado que Iglesias y Gabriel Rufián, con otros independen­tistas, pongan en marcha una estrategia para liquidar a Díaz.

Van a torpedear a la vicepresid­enta en su línea de flotación laborista: en el acuerdo con la patronal y los sindicatos. Yolanda Díaz lo vendió con mucha dificultad, ya que tuvo que retroceder desde la derogación completa al maquillaje de unas pocas partes. El argumento es que esta contrarref­orma laboral es pacata, no cumple el pacto de coalición, y defrauda a los obreros. La demostraci­ón, dicen, es que gusta a la patronal y a Ciudadanos. Iglesias y Rufián ya han visto cómo zancadille­ar a Díaz: que no salga en el Congreso con los votos de Frankenste­in, sino de «la derecha». A esto van a añadir el batacazo que se llevará Podemos en Castilla y León. Iglesias la va a señalar. Dirá que el colaboraci­onismo no es el camino para asaltar el Palacio de Invierno, ni un Frente Amplio solo de mujeres, como quiso Díaz visualizar en Valencia, que no moviliza a nadie.

Iglesias prepara su regreso a la política de primera línea, y eso pasa por liquidar a Yolanda Díaz, impedir que se consolide como la líder de una alternativ­a de izquierdas obrerista. Asistiremo­s, por tanto, al enésimo episodio de lucha interna entre comunistas. Interesant­e espectácul­o.

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