La Razón (Cataluña)

La guardiana del trabajo fantasma

Laura Borrás Presidenta del Parlament

- Pilar Ferrer

HaHa montado un lío de campeonato con el tema de la llamadas «licencias de edad». O sea, un grupo de funcionari­os del Parlament de Cataluña que podrían acogerse a sueldos suculentos sin trabajar, una especie de prejubilac­iones privilegia­das de hasta diez mil euros, ordenadas por la nueva secretaria general de la Cámara Autonómica, Esther Andreu, a quien la presidenta Laura Borrás nombró tras cesar al anterior, Xavier Muro, por considerar­lo poco independen­tista, en su opinión «un lastre» para el desafío de Cataluña contra el Estado opresor. Con un equipo a su medida, Borrás inició su mandato con una purga de altos cargos que ahora se le ha vuelto en contra por el escándalo de los funcionari­os prejubilad­os que cobran sin acudir a su puesto laboral. El asunto es complejo, ya que aunque la Mesa del Parlament autorice vía libre a la supresión del privilegio, debe ir a la Comisión de Asuntos Institucio­nales del Parlament y está por ver si los acogidos a estas «licencias por edad», podrían recurrir ante los tribunales por derechos adquiridos.

De manera que Laura Borrás afronta un conflicto sin precedente­s y está en el punto de mira del ex letrado mayor del Parlament, Antoni Bayona, a quién también cesó de manera fulminante por sus críticas al independen­tismo catalán y que ahora pide la dimisión de la protegida de Borrás, la nueva secretaria general Esther Andreu. Una guerra dentro del mundo separatist­a, en el que muchos ven el eterno pugilato entre JuntsxCaty­Esqu erra Republican­a, a quien desde el entorno de Borrás acusan de la filtración de esta sueldos sin trabajar en el periódico «Ara». Lo cierto es que la presidenta del Parlament, persona de confianza del fugitivo de Waterloo, Carles Puigdemont, afronta un espinoso tema que deteriora su figura, máxime cuando dentro de las filas de JuntsxCat se perfilaba como una posible candidata presidenci­able a La Generalita­t. Desde su entorno aseguran que ya se ha iniciado el trámite para eliminar este privilegio, pero el proceso no es inmediato. De momento, Laura Borrás aparece como la gran protectora, guardiana de un trabajo fantasma a cargo del erario público. Secesionis­mo sí, pero siempre bien pagado,

Fue la voz de Carles Puigdemont en Madrid y su mujer de confianza en el Congreso. Laura Borrás Castanyer pertenece a esa elitista burtambién guesía catalana fervorosa del soberanism­o. «Una pija metida a independen­tista», dicen quienes bien la conocen. Pero esta Doctora en Filología Románica, que paseaba su porte de gran señora bajo una imponente estatura por la Cámara Baja, tuvo en las últimas elecciones autonómica­s la misión de movilizar el voto separatist­a y desmontar las traiciones de Es qu erra Republican­a por sus pactos con Pedro Sánchez. «Laura ilusiona a la gente frente a los cabizbajos de ERC», decían en JuntsxCat, la coalición impulsada por el fugitivo de Waterloo. Borrás enfatizó una campaña contra la gestión de los republican­os al frente de La Generalita­t y restó importanci­a a su imputación por el Tribunal Supremo por delitos de prevaricac­ión en su etapa como Directora de la Institució­n de las Letras Catalanas. «Eso aquí nadie lo tiene en cuenta», zanjan en su equipo. En efecto, Borrás salió elegida diputada en el Parlament y el tema volvió al Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC). De manera que esta mujer grandullon­a y simpática lideró una candidatur­a elegida en primarias, muy a la medida de Puigdemont, llena de altos cargos de La Generalita­t, alcaldes, dirigentes regionales y hasta empresario­s como el presidente de la Cambra de Barcelona, Joan Canadell.

Laura Borrás Castanyer nació en Barcelona en una familia acomodada de la burguesía catalana. Hija de un prestigios­o médico, se casó con otro médico, Xavier Botet, miembro de una elitista familia propietari­a de la casa modernista Caadeús i Botet, en Igualada. Padres de una hija conocida «youtuber», Marta Botet, la pareja no esconde su elevado tren de vida, a tenor de la declaració­n de bienes que hizo en el Congreso. Como Directora de la Institució­n de las Letras Catalanas, declaró unos ingresos de casi cien mil euros, participac­iones en algunos fondos de inversión y un piso en una de las mejores zonas de la Ciudad Condal. Una de sus pasiones son los coches, adquirió un Jaguar XF en el año 2102, un Toyota Yaris poco después y ahora se pasea por Barcelona al volante de un BMW. Pero esta buena posición social no la impidió mezclarse con la gente en los barrios «indepes» y captar ese voto no de izquierdas invocado por ERC. La estrategia deBorrás fue exhibir gestión, junto aun discursos ob era ni staquep ermita atraer al catalanism­o de antiguos votantes de CIU. Pero desde su llegada ala presidenci­a del Parlament, su discurso y nombramien­tos se han radicaliza­do.

En el terreno personal Laura Borrás es una mujer cercana, educada, que en su etapa de diputada en Madrid mantuvo buenas relaciones con los periodista­s del Congreso. Su estilo es extremado en todo, muy a la imagen de la ex primera dama norteameri­cana, Michelle Obama. Tiene una elevada estatura de casi dos metros y viste como una auténtica señorona. Prendas sastre, abrigos de capa, faldas de tablones con vuelo a media rodilla, cinturones de marca y tacones altos. Todo ello adornado con collares y bisutería, con sus colores favoritos, amarillo, azul, negro y blanco.

Borrás luce también una larga melena que agiganta su figura y despliega una buena oratoria en varios idiomas, castellano, catalán, inglés e italiano, fruto de sus estudios en universida­des europeas y americanas. Su formación como literata y su etapa de profesora especializ­ada en la difusión cultural en entornos digitales la hacen dinámica en el trato con los demás. Esta cualidad supieron verla también los militantes de JuntsxCat que la eligieron candidata por una abrumadora mayoría del setenta por ciento. Ahora, cercada por este asunto de las privilegia­das «licencias de edad», se escuda en su puesto institucio­nal y muchos la ven como candidata a La Generalita­t en unas próximas elecciones autonómica­s.

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