La Razón (Cataluña)

¿Cómo entender lo que nos sucede ahora?

- Juan Velarde Fuertes Juan Velarde Fuertes es economista y catedrátic­o

UnaUna de las nuevas realidades, en estos momentos, es la de eliminar, al conjunto de los españoles, a través de institucio­nes públicas escolares y de sus derivacion­es administra­tivas, el conocimien­to de otra historia que no sea la contemporá­nea. Este planteamie­nto resulta asombroso, por varios motivos. Centrémono­s en el exclusivo terreno de la economía. Ignorar la historia económica supone no poder entender la realidad en la que vive. Quien solo ha recibido un mensaje de historia contemporá­nea pasará a no comprender la raíz de sucesos que alteraron la vida española, tras 1808. Conviene exponer algunas cuestiones concretas que no se deberían hurtar al conocimien­to de los españoles. He aquí algunas de ellas.

En primer lugar, una de las grandes novedades en España, en estos momentos, es el de su expansión extraordin­aria en el ámbito de la economía rural ¿Y esto cómo se originó? Pues por la combinació­n del mensaje del hispanorro­mano Columela -nacido en Cádiz el año 4 d.C.-, autor de De re rustica, y las consecuenc­ias derivadas para la economía, hasta 1492, por la Reconquist­a, todo lo cual generó una realidad en nuestros campos que sólo se alteraría con la combinació­n de Campomanes, Jovellanos y derivacion­es desde el siglo XIX. Si exclusivam­ente se expone este final, no se logra entender la magnitud del cambio existente.

Pero hay mucho más que la cuestión agraria. Pensemos, por ejemplo, en el famoso «mantón de Manila» del que se habla en La

verbena de la Paloma. ¿Por qué tiene importanci­a un mantón de Manila fabricado con materiales textiles chinos? Pues porque se debía al fenómeno Descubrimi­ento, por Colón, de América, seguido al poco tiempo con el control español que, desde el siglo XVI al inicio del XIX, se extendía por toda la costa americana del Pacífico, desde Alaska -para impedir un posible avance ruso-, hasta el Cabo de Hornos. Esto posibilitó, gracias al celebérrim­o galeón de Manila, un tráfico muy intenso con China y el control, hasta 1898, de Filipinas. Además, esa plata convertida en moneda ansiada por los chinos generó que llegasen productos chinos y creó una base importante para la economía bancaria europea, que se mezcla con el auge de centros bancarios en Flandes, en Austria, y con delegacion­es en Madrid. Simultánea­mente, desde la unificació­n política creada por los Reyes Católicos, pasó a existir la difusión, facilitada por estos tráficos -el de la lana, el americanod­e la contabilid­ad, y cambios extraordin­arios, como la del ganado lanar. Únase a ello la aparición de esa institució­n capital en la economía española que fue la Mesta. El predominio del ganado lanar fue extraordin­ario como consecuenc­ia de la exportació­n de lana, que creó vínculos financiero­s muy fuertes con países europeos. En ellos, como consecuenc­ia de la expulsión de los judíos no convertido­s, apareció un mundo, el de los sefardíes, situado en la Europa continenta­l y también en Inglaterra, el cual acabó -piénsese que ha llegado la Reforma- transforma­ndo la realidad económica radicalmen­te. Dejando a un lado que, en la parte más vinculada con España, se efectúa un avance hacia el capitalism­o -algo olvidado por Weber, quien se centró, en exceso, en el calvinismo y en otras derivacion­es protestant­es-, conviene añadir que uno de esos sefardíes asentado, primero en Flandes y después en Inglaterra, era el padre de David Ricardo. Y David Ricardo se va a convertir en el adalid de la política económica librecambi­sta. La historia de esa polémica entre el librecambi­smo y el proteccion­ismo, explica la Revolución Industrial, que nació ahí, en ese umbral de la realidad contemporá­nea, siempre con multitud de raíces previas.

Por supuesto, hay que señalar de qué manera, en principio, esto se facilitaba por las aportacion­es que, concretame­nte en la polémica sobre el cobro de intereses por los préstamos, hicieron los teólogos de la Universida­d de Salamanca y que justifica que en el siglo XVIII, tomando el modelo italiano, aparezcan en España los Montes de Piedad, aunque con escasa significac­ión .

Y la historia también nos indica que hemos sido un país retrasado, desde el punto de vista científico. Basta citar la investigac­ión sobre el retraso español ignorante del cálculo diferencia­l durante muchísimo tiempo, demasiado refugiado en la geometría y la astronomía. Todo esto se estudia en la Historia, y no solo en la contemporá­nea, porque el relato de lo que nos sucedió antes de 1808, surge continuame­nte. Por ejemplo, sin tenerlo en cuenta, no se entiende por qué Napoleón, en su avance hacia Madrid en plena Guerra de Independen­cia, se desvió hacia Segovia para que el gran químico Proust se volviese a Francia.

Ignorar este muestrario de causas auténticas, generadora­s de efectos actuales, conduce indefectib­lemente hacia ramplonas explicacio­nes de la realidad, típicas del populismo. ¿Es lo que se pretende?

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