La Razón (Cataluña)

Lo que dice Afganistán de la crisis de Ucrania

► No se puede entender el desafío de Putin sin la retirada de los americanos del tablero afgano

- Rocío Colomer Flores

LaLa retirada unilateral e incondicio­nal de Estados Unidos en Afganistán ha sido hasta la fecha el mayor error en política exterior que ha podido cometer el presidente Joe Biden. Fue sorprenden­te que Estados Unidos renunciara a poner límites a los talibanes –como el respeto a las mujeres o los derechos humanos– para marcharse de este remoto país asiático tras 20 años comprometi­do con preservar su libertad y su incipiente democracia. La salida de Afganistán puso a prueba el nuevo liderazgo norteameri­cano en el mundo y el resultado fue claramente desalentad­or. El abandono del pueblo y las mujeres afganas fue todavía más sombrío porque fue ordenado por un presidente demócrata que había puesto el respeto a los derechos humanos en el centro de su política exterior. Las reverberac­iones de esta caótica y humillante retirada irían más allá del teatro de operacione­s afgano; las acciones de un poder global acarrean siempre consecuenc­ias globales.

Cinco meses después nos encontramo­s ante un escenario de guerra en Europa. No se puede entender el desafío de Putin a Estados Unidos sin la retirada de Afganistán. El analista ruso Vladislav Inozemtsev me asegura que el repliegue de Washington en agosto fue interpreta­do por Moscú como un gran golpe a la moral y la confianza de los estadounid­enses. Para el entorno de Vladimir Putin supuso una nueva confirmaci­ón de que los compromiso­s de los norteameri­canos con sus aliados son «líquidos» por lo que pueden romperse en cualquier momento. «No diría que esta interpreta­ción haya sido definitiva para iniciar los juegos de guerra en Ucrania, pero sí facilitó el ‘‘ultimátum’’ ruso del 17 de diciembre. El Kremlin está convencido de que Estados Unidos está de retirada y que, por lo tanto, se dan las condicione­s para que pueda aceptar las ‘‘líneas rojas’’ de Moscú», me cuenta el destacado analista ruso. No importa que las hayan rechazado (estaban escritas para ser denegadas) la simple formulació­n de unas exigencias tan maximalist­as ocurre porque Moscú huele la debilidad de EE UU. En las mismas fechas en las que el presidente estadounid­ense organizaba su polémica cumbre de las democracia­s con la que quería ilustrar su voluntad de confrontar a las autocracia­s, su homólogo ruso ordenaba un despliegue de tropas sin precedente­s en la frontera con Ucrania.

La amenaza de Putin en Ucrania es la prueba más grande a la que se enfrenta la Administra­ción Biden desde su victoria en 2020. El norteameri­cano prometió contrarres­tar las amenazas de Rusia, con la crisis ucraniana ha llegado la hora de demostrarl­o. Putin opera bajo la suposición de que Washington no va a enviar soldados para defender a Ucrania. Por eso, apunta Inozemtsev, a los funcionari­os rusos les ha pillado por sorpresa la rápida disposició­n de los miembros de la OTAN a desplegar refuerzos (entre ellos España) en Europa Central. Las «garantías de seguridad» de Moscú que incluían la retirada de la OTAN de todos los países que se unieron a la alianza después de 1997 han resultado contraprod­ucentes, pues se ha producido una mayor demanda de tropas a las puertas de Rusia.

Afganistán también deja lecciones (a la inversa) para Rusia. Los ucranianos ya han advertido que Kiev no es Kabul. El Gobierno de Zelenski no se va a descompone­r, ni el Ejército ucraniano va a renunciar a luchar contra la invasión de las tropas extranjera­s. Los ucranianos llevan ocho años enfrentado­s a las fuerzas separatist­as de las provincias de Donetsk y Lugansk, armadas y entrenadas por Moscú sin dar señales de rendición. Pueden estar seguros de que no lo van a hacer ahora.

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