La Razón (Cataluña)

El ruso se podía llamar «Nadalev»

- Jordi Arrese

¿Si tuviera que apostar por un campeón en la final del Open de Australia por quién lo haría?

Pues veo la final muy, muy equilibrad­a. Aunque si me tengo que inclinar por alguien lo haría por Medvedev en una proporción de 51-49, aunque nada me gustaría más que equivocarm­e. Si la semifinal del ruso con Tsitsipas hubiera tenido un final más exigente, yéndose a un cuarto set mucho más duro o alcanzando un quinto, sus opciones hubieran bajado. Pero es que el cuarto set ante el griego fue perfecto para él. Lo resolvió con mucha autoridad y sin ningún desgaste. Demasiado fácil.

Con Berrettini estaba claro el punto débil, ¿tiene alguno el ruso?

Pues es difícil encontrárs­elos. Medvedev tiene poco que ver con el jugador que perdió la final del Open USA con Nadal en 2019. Entonces habí varias formas de hacerle daño, pero en todas ha evoluciona­do. Se le podía hacer pupa con las dejadas para romperle el ritmo, atraerle a la red, buscarle con los reveses cortados... ha mejorado en todo. Y lo que más me llama la atención es su solidez a nivel mental. Es que se podría llamar «Nadalev», parece su hermano gemelo a nivel de cabeza. Y al igual que sucede con Rafa siempre tiene una velocidad más. Cuando la situación es más límite, es capaz de dar un paso adelante como sucede con el balear. Otro parecido con Rafa es que le encanta jugar a la contra y en momentos de presión extrema está encantado.

¿Cuáles son sus mejores armas?

Aparte de la fortaleza mental, lo del servicio es tremendo porque, además, marca un ritmo con el saque trepidante. Su segundo servicio tiene algo de kamikaze. Pero es que yo creo que es un tipo excesivo en todo. Luego su derecha no puede ser más fea, parece que se va a desmontar cuando la golpea, pero le funciona. Y lo más importante es que le veo margen de mejora.

¿Esperaba que Rafa llegase hasta la final con todo lo que ha vivido en los últimos seis meses?

Estoy gratamente sorprendid­o por cómo se ha desarrolla­do el torneo de Rafa, aunque en realidad de él siempre estemos esperando lo mejor, aunque llegue en unas circunstan­cias como las que llegaba a Australia. Hay un factor para la final que creo que no se ha mencionado lo suficiente y es la presión con la que se va a encontrar Nadal. A la propia de una final de Grand Slam se añade el reto de los 21 títulos y eso supone una presión mayor. Ya sabemos cómo acabó Djokovic el año pasado ante ese desafío. Para el ruso es su cuarta final y llega habiendo ganado ya una con lo que la presión va a estar del lado de Rafa.

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