La Razón (Cataluña)

De Puig, el salvador de Sánchez; y Aznar, «a lo suyo»

- Carmen Morodo

UnaUna derrota del PSOE en Castilla y León, aunque tenga el alivio de que el PP dependa de Vox para gobernar, necesitará de un consuelo rápido porque Pedro Sánchez ya sumará demasiados goles en contra. Murcia, Comunidad de Madrid, Castilla y León y, presumible­mente, también Andalucía. Antes de llegar al 4-0 el líder socialista necesitarí­a buscar un refugio de la tormenta, y el único que puede ofrecérsel­a es el presidente de la Comunidad Valenciana, Ximo Puig.

Por obligación del alto mando, los intereses de Sánchez y de Ximo Puig pueden coincidir para ir a unas elecciones, junto con las andaluzas, que permitan a Sánchez meter un gol en la portería del PP que ponga sordina a una caída en el granero andaluz.

En esta hipótesis sería convenient­e que Ximo Puig manejase informació­n interna que diga que el líder regional del PP, Carlos Mazón, se está consolidan­do a pasos agigantado­s, y que hay una especie de empate técnico entre bloques. Pero incluso en ese escenario, el presidente valenciano es reacio a jugársela en un marco de incertidum­bre y cuando las siglas nacionales de su partido sólo acumulan desgaste en las encuestas.

Pero si el PSOE pierde en Castilla y León, al presidente del Gobierno le quedará la vía de escape de tirar de su ahora amigo valenciano para anticipar las urnas y tener así la oportunida­d oportunida­d de anotarse algún punto antes de las municipale­s del próximo año.

Tampoco en el PP está todo bien atado. El combate a dos entre Sánchez y Casado en Castilla y León se ha convertido en un duelo a tres, con Santiago Abascal como invitado. Y resulta que ahí entra en liza, como el lobo al que el pastor pone a cuidar a sus ovejas, el ex presidente del Gobierno José María Aznar, quien sabe mejor que nadie cuáles son las debilidade­s de su partido y lo que se juega el 13-F el líder popular, del que se sintió tutor en su ascenso en el verano de 2018 a la presidenci­a nacional del partido y al que ahora zarandea en privado, casi con la misma virulencia que llegó a hacerlo con Mariano Rajoy. Que Aznar salga en mitad de una delicada campaña a insinuar que el emperador va desnudo no es un accidente fortuito. No es tampoco un desliz. Y en Génova quizás ya deberían tomar nota.

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