El olvido de la España bizantina, o allá donde se cruzan los caminos
La hiriente desaparición del currículum del Imperio Bizantino tergiversa la historia de muchos territorios del país
«Ceuta y las islas Baleares formaron parte del Imperio Bizantino, heredero directo del romano»
CuandoCuando estamos en un mundo que todos calificamos de globalizado, cuando las gentes de unas y otras regiones viajan y se interrelacionan, ¿podemos permitirnos el lujo de que nuestros estudiantes de Bachillerato no conozcan ni tan siquiera que en las vidas de nuestros antepasados ocurrió lo mismo? Cuando en cualquier escenario social o político se utilice la expresión «discusiones bizantinas», ¿sabrán qué hay detrás de ello? ¿Sabrán que una parte de la Península Ibérica, que Ceuta y que las islas Baleares formaron parte del Imperio Bizantino, el heredero y continuador del Imperio Romano? Con el nuevo curriculum de Bachillerato nos tememos que todas las respuestas a estas preguntas serán algo parecido a un rotundo no.
Pero un estudiante de Bachillerato tiene que conocer que hubo un emperador llamado Justiniano, que gobernó el Imperio Bizantino durante buena parte del siglo VI; que decidió que debía recuperar el esplendor del Imperio Romano y que para lograrlo debía dominar las tierras de la Península Ibérica; que para ello hubo de enfrentarse con los visigodos y que no todos los habitantes de estas tierras dieron la bienvenida a sus soldados. Debería ser conocedor de que, al igual que ahora viajamos y nos movemos de uno al otro lado del Mediterráneo y que gracias a ello viajan ideas, costumbres o bienes, también entonces ocurrió lo mismo; gracias a ello los habitantes de la Península Ibérica tuvieron nuevamente contacto con gentes orientales que hablaban griego y otras lenguas, gentes que trajeron nuevas modas y nuevas costumbres. Y qué decirle a un estudiante de Bachillerato cuando viaje al Levante y sur español, a las islas Baleares o a Ceuta; que vaya a las playas, claro que sí, pero que visite las ciudades, sus pueblos, sus monumentos y sus restos arqueológicos. Y que comprenda que sobre el teatro romano de Cartagena hubo un barrio bizantino ocupado por gentes orientales y peninsulares durante el período de dominio de Justiniano y sus sucesores; y que sepa que bajo la Alcazaba de Málaga habitaron soldados bizantinos durante largos decenios. Que la isla de Cabrera es una reserva de la biosfera, pero también un gran yacimiento de época bizantina. Que cerca del Parador de Turismo de Ceuta estuvo la fortaleza construida por orden de Justiniano y que se mantuvo en poder de los bizantinos hasta finales del siglo VII.
Una historia incompleta
La historia bizantina de las tierras que hoy conforman España puede parecer anecdótica, pues en algunas zonas apenas duró setenta y cinco años; en otras más de siglo y medio. Pero, ¿es eso suficiente para que nuestros colegas de Bachillerato no puedan explicárselo a los estudiantes de sus aulas? No creo que se deba renunciar a ello o a que conozcan cualquier período de la Historia de España, por corto que haya sido. Se ha querido defender que la España actual se comprende bien solo conociendo lo que sucedió en el siglo XIX. Pero eso no es cierto. En el caso particular del que hablo, zonas como las islas Baleares y Ceuta nunca formaron parte del reino Visigodo; estos territorios pasaron de los vándalos a los bizantinos y de estos a los árabes. ¿Podemos olvidarnos de ello? No. Pero tampoco podemos olvidar que fueron estos bizantinos los que, por ejemplo, transmitieron al mundo un curioso remedio hispano, de raíz popular, utilizado para curar los ataques epilépticos; el médico Alejandro de Trales, el hermano de uno de los arquitectos de la iglesia bizantina de Santa Sofía, de Constantinopla, que estuvo en la Península Ibérica con las tropas de Justiniano lo conoció y lo incluyó en la obra que dedicó al cuidado de las enfermedades.
Todos hablamos del Estrecho de Gibraltar; pero, si seguimos así, lamentablemente nuestros estudiantes no sabrán que esa misma zona, que en época romana y bizantina bizantina se llamaba el Fretum Gaditanum, allí donde el Mediterráneo se junta con el Atlántico, era considerada por el emperador Justiniano el umbral del Imperio. Y que un autor del siglo VI, Agatías, elogiaba al emperador en numerosas ocasiones por haber llevado el «pie imperial» nuevamente a las arenas de Hispania. Y se ignorará que enviados de los suevos galaicos viajaron a Constantinopla para buscar alianzas con los bizantinos contra los visigodos –estrategia global, ¿verdad?–, y que los gobernantes bizantinos persiguieron a obispos hispanos por oponerse a que hubiera una soberanía imperial bizantina en este territorio peninsular, o incluso que los bizantinos consideraban enemigos bárbaros, «hostes barbari», a los visigodos, como reza una inscripción monumental encontrada en Cartagena.
¿Debemos dejar que el conocimiento de la Historia de España, de la España Bizantina, solo la puedan encontrar nuestros jóvenes, nuestros estudiantes, consultando la web o leyendo novelas históricas? Flaco favor nos vamos a hacer.