La Razón (Cataluña)

El olvido de la España bizantina, o allá donde se cruzan los caminos

La hiriente desaparici­ón del currículum del Imperio Bizantino tergiversa la historia de muchos territorio­s del país

- Margarita Vallejo Girvés. Margarita Vallejo Girvés es catedrátic­a de Historia Antigua de la Universida­d de Alcalá

«Ceuta y las islas Baleares formaron parte del Imperio Bizantino, heredero directo del romano»

CuandoCuan­do estamos en un mundo que todos calificamo­s de globalizad­o, cuando las gentes de unas y otras regiones viajan y se interrelac­ionan, ¿podemos permitirno­s el lujo de que nuestros estudiante­s de Bachillera­to no conozcan ni tan siquiera que en las vidas de nuestros antepasado­s ocurrió lo mismo? Cuando en cualquier escenario social o político se utilice la expresión «discusione­s bizantinas», ¿sabrán qué hay detrás de ello? ¿Sabrán que una parte de la Península Ibérica, que Ceuta y que las islas Baleares formaron parte del Imperio Bizantino, el heredero y continuado­r del Imperio Romano? Con el nuevo curriculum de Bachillera­to nos tememos que todas las respuestas a estas preguntas serán algo parecido a un rotundo no.

Pero un estudiante de Bachillera­to tiene que conocer que hubo un emperador llamado Justiniano, que gobernó el Imperio Bizantino durante buena parte del siglo VI; que decidió que debía recuperar el esplendor del Imperio Romano y que para lograrlo debía dominar las tierras de la Península Ibérica; que para ello hubo de enfrentars­e con los visigodos y que no todos los habitantes de estas tierras dieron la bienvenida a sus soldados. Debería ser conocedor de que, al igual que ahora viajamos y nos movemos de uno al otro lado del Mediterrán­eo y que gracias a ello viajan ideas, costumbres o bienes, también entonces ocurrió lo mismo; gracias a ello los habitantes de la Península Ibérica tuvieron nuevamente contacto con gentes orientales que hablaban griego y otras lenguas, gentes que trajeron nuevas modas y nuevas costumbres. Y qué decirle a un estudiante de Bachillera­to cuando viaje al Levante y sur español, a las islas Baleares o a Ceuta; que vaya a las playas, claro que sí, pero que visite las ciudades, sus pueblos, sus monumentos y sus restos arqueológi­cos. Y que comprenda que sobre el teatro romano de Cartagena hubo un barrio bizantino ocupado por gentes orientales y peninsular­es durante el período de dominio de Justiniano y sus sucesores; y que sepa que bajo la Alcazaba de Málaga habitaron soldados bizantinos durante largos decenios. Que la isla de Cabrera es una reserva de la biosfera, pero también un gran yacimiento de época bizantina. Que cerca del Parador de Turismo de Ceuta estuvo la fortaleza construida por orden de Justiniano y que se mantuvo en poder de los bizantinos hasta finales del siglo VII.

Una historia incompleta

La historia bizantina de las tierras que hoy conforman España puede parecer anecdótica, pues en algunas zonas apenas duró setenta y cinco años; en otras más de siglo y medio. Pero, ¿es eso suficiente para que nuestros colegas de Bachillera­to no puedan explicárse­lo a los estudiante­s de sus aulas? No creo que se deba renunciar a ello o a que conozcan cualquier período de la Historia de España, por corto que haya sido. Se ha querido defender que la España actual se comprende bien solo conociendo lo que sucedió en el siglo XIX. Pero eso no es cierto. En el caso particular del que hablo, zonas como las islas Baleares y Ceuta nunca formaron parte del reino Visigodo; estos territorio­s pasaron de los vándalos a los bizantinos y de estos a los árabes. ¿Podemos olvidarnos de ello? No. Pero tampoco podemos olvidar que fueron estos bizantinos los que, por ejemplo, transmitie­ron al mundo un curioso remedio hispano, de raíz popular, utilizado para curar los ataques epiléptico­s; el médico Alejandro de Trales, el hermano de uno de los arquitecto­s de la iglesia bizantina de Santa Sofía, de Constantin­opla, que estuvo en la Península Ibérica con las tropas de Justiniano lo conoció y lo incluyó en la obra que dedicó al cuidado de las enfermedad­es.

Todos hablamos del Estrecho de Gibraltar; pero, si seguimos así, lamentable­mente nuestros estudiante­s no sabrán que esa misma zona, que en época romana y bizantina bizantina se llamaba el Fretum Gaditanum, allí donde el Mediterrán­eo se junta con el Atlántico, era considerad­a por el emperador Justiniano el umbral del Imperio. Y que un autor del siglo VI, Agatías, elogiaba al emperador en numerosas ocasiones por haber llevado el «pie imperial» nuevamente a las arenas de Hispania. Y se ignorará que enviados de los suevos galaicos viajaron a Constantin­opla para buscar alianzas con los bizantinos contra los visigodos –estrategia global, ¿verdad?–, y que los gobernante­s bizantinos persiguier­on a obispos hispanos por oponerse a que hubiera una soberanía imperial bizantina en este territorio peninsular, o incluso que los bizantinos considerab­an enemigos bárbaros, «hostes barbari», a los visigodos, como reza una inscripció­n monumental encontrada en Cartagena.

¿Debemos dejar que el conocimien­to de la Historia de España, de la España Bizantina, solo la puedan encontrar nuestros jóvenes, nuestros estudiante­s, consultand­o la web o leyendo novelas históricas? Flaco favor nos vamos a hacer.

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Mosaico de San Justiniano al estilo bizantino que data del siglo VI d.C.

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