La Razón (Cataluña)

La carta que delata al Rey Jorge VI y su amante secreta

Una misiva revela la relación del monarca con Lady Sheila, una mujer casada

- Fran Gómez. MADRID

ElEl tiempo no es amigo de los secretos, y cuantos más años pasan, más difícil se hace mantener a buen recaudo esas confidenci­as de las que solo unos cuantos son poseedores. Que se lo digan al Rey Jorge VI de Inglaterra, el padre de la Reina Isabel II, cuyos deslices de alcoba acaban de ver la luz en forma de una carta escrita por su hermano Eduardo VIII. En la misiva, el tío de la actual soberana del Reino Unido explica a su amante, Freda

Dudley Ward, el plan que siguió durante una visita a la casa de Lord Loughborou­gh en Lankhills para que la esposa de este, Lady Sheila Loughborou­gh, pudiera quedarse a solas con su hermano, a quien se refiere de forma cariñosa como Bertie, y que, por lo visto, estaba loco por los huesos de la dama australian­a.

«Después del té me las arreglé para atraer a Loughie (Lord Loughborou­gh) con el pretexto de querer jugar unos cuantos hoyos de golf en el campo local y así darle a Sheilie la oportunida­d de estar a solas con Bertie; dijeron que estaban cansados y los dejamos...», reza la carta firmada por Eduardo VIII a 9 de junio 1919. Más de un siglo después, aquellas palabras vuelven para confirmar lo que ya no escandaliz­a a nadie: las infidelida­des y aventuras son tan intrínseca­s de las familias reales como los protocolos y tratamient­os.

Durante unos cuantos años, Lady Sheila Loughborou­gh y el Rey Jorge VI disfrutaro­n juntos de su juventud, hasta que en 1920, el Rey Jorge V, abuelo de la Reina Isabel II, se enteró del romance clandestin­o y ofreció a su hijo nombrarle duque de York a cambio de olvidarse de la mujer casada. Él aceptó, y ella se marchó a su Australia natal con su marido, de quien terminó divorciánd­ose tiempo después. Se desconoce si los amantes escondidos siguieron manteniend­o el contacto, pero ambos rehicieron su vida junto a otras personas.

Mientras que Lady Sheila Loughborou­gh volvió a casarse en dos ocasiones, el Rey Jorge VI conoció a Elizabeth Bowes-Lyon el mismo año en que se separó de su amante. Poco después, pasaron por el altar, y, sin ser todavía consciente­s, se convirtier­on en los padres de la futura monarca del Reino Unido.

Un destino impuesto

Según ha explicado un experto consultado por «Mail Online», la carta escrita por Eduardo VIII no solo demuestra la relación que el Rey Jorge VI mantuvo con una mujer casada, sino que también pone de manifiesto el estrecho vínculo fraternal que por aquel entonces había entre los príncipes: «Existió la solidarida­d entre hermanos cuando intentaron que Jorge se quedara a solas con Lady Loughborou­gh». Por desgracia, todo cambió tras la muerte de su padre y la abdicación de Eduardo VIII, el legítimo sucesor al trono, que impuso a Jorge VI el peso de la Corona. Un acto cargado, a ojos de los Windsor, de egoísmo y cobardía que nunca perdonaron.

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AP El Rey Jorge VI del Reino Unido y su esposa, la Reina consorte Isabel Bowes-Lyon

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