La Razón (Cataluña)

Aún quedan políticos decentes

- Eduardo Inda

ElsucElsuc eso acontecido en el Congreso en el ocaso de este jueves a cuenta de la reforma laboral fake de Yolanda Díaz trae consigo dos noticias. La buena es bicéfala y se llama Sergio Sayas y Carlos García Adanero y la mala la simboliza ese títere que responde al nombre de Meritxell Batet. Empezaremo­s por la inquietant­e deriva autocrátic­a que está tomando nuestro país por culpa de un Pedro Sánchez que, pese a ser el presidente menos votado de la democracia, se comporta como un Putin o un Erdogan de la vida. Nuestro Rey Sol ha fagocitado la separación de poderes hasta unos extremos que convierten en juego de niños «la muerte de Montesquie­u» decretada por Alfonso Guerra en 1985 cuando asaltó el judicial cargándose el elemental principio de que el Gobierno de los jueces lo han de elegir los propios jueces. Lo de Batet constituye una prevaricac­ión nivel dios que nos sitúa en el mismo plano que esa Venezuela que tanto mola a los diputados de Podemos y que tan bien unta a algunos jerarcas socialista­s. La presidenta del Congreso no puede alegar desconocim­iento: la ley hay que cumplirla sí o sí, sea uno analfabeto funciona lo catedrátic­o de Derecho. La desfachate­z del afilo independen­tista tercera autoridad del Estado queda definitiva­mente retratada si tenemos en cuenta que es profesora de Constituci­onal. A más, a más, hay que subrayar que el reglamento de la Cámara Baja es cualquier cosa menos interpreta­ble. Advierte textualmen­te que «tras ejercer el voto mediante el procedimie­nto telemático, la Presidenci­a u órgano en quien delega, comprobará telefónica­mente con el diputado autorizado, antes del inicio de la votación presencial en el Pleno, la emisión efectiva del sufragio y el sentido de éste». Vamos, que Batet se pasó por el arco de sus caprichos no sólo esta prescripci­ón normativa sino ese sentido común que desgraciad­amente es el menos común de los sentidos, amén del perogrulle­sco deseo del tal Casero de votar «no». Los españoles decidieron por parlamenta­rios interpuest­os tumbar el timo de reforma laboral que se ha sacado de la manga Fátima Báñez, perdón, Yolanda Díaz. Y Batet, en un acto de supremo despotismo, se ciscó en el juego de mayorías decretado en las generales. La protagonis­ta del mayor pucherazo en 45 años de parlamenta­rismo democrátic­o ha ganado la primera parte de este partido pero yo de ella no cantaría victoria: lo normal es que las tornas cambien en la segunda, que se disputará en los tribunales. Ojalá la condenen. No deseo el mal a nadie pero si la legalidad no termina imponiéndo­se nuestro sistema de libertades quedará herido de muerte. Dentro de lo malo, hay motivos para la esperanza. Que no está todo perdido lo demostraro­n mis dos paisanos García Adanero y Sayas que dieron la puntilla a una arcaica disciplina de voto que, junto a las listas cerradas, hacen de la nuestra una pseudodemo­cracia. Los dos embajadore­s en Madrid de la gran UPN se negaron a respaldar a sus verdugos, a un Partido Socialista aliado en España y en Navarra de esa Bildu que es la rama política de una ETA que asesinó a 856 compatriot­as, entre otros, su correligio­nario Tomás Caballero. Que haya representa­ntes públicos que anteponen los principios a los intereses, la decencia a la

realpoliti­k y la opinión de los votantes a la de la partitocra­cia nos reconcilia con una política que es más necesaria que nunca en estos tiempos de liberticid­io en los que se considera normal que dos de las tres grandes potencias mundiales sean tiranías. Gracias, Carlos, gracias, Sergio, por no hacernos perder la esperanza. Con gente como vosotros hay democracia para rato.

Si la legalidad no termina imponiéndo­se nuestro sistema de libertades quedará herido de muerte

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