Niño de Elche: «Ser artista es traicionarse continuamente»
► «Canto cósmico», de Marc Sempere y Leire Apellaniz, ha seguido al cantaor durante los últimos siete años de su vida
Hace ya siete años, el director Marc Sempere Moya presenció un directo de Niño de Elche. Pese a no conocer al artista, ni mucho menos al Francisco Contreras que acoge el pseudónimo, el realizador quedó prendado de la pasión que había en su cante: «El Paco que yo conocí tenía 30 kilos más encima, apenas era conocido más allá de los círculos del flamenco y no había trascendido a la opinión pública como revulsivo cultural. Ahora le considero mi amigo», explica. Lo que el cineasta deja en un adverbio de tiempo es el espacio que ha transcurrido en la filmación de «Canto cósmico», cósmico», una película de no-ficción, entre el documental y el ensayo, que se estrena este fin de semana y en la que seguimos la trayectoria de una de las figuras más polarizadoras de la música, las letras y el arte en España.
«Cuando Marc me contó qué estaba rodando, qué quería hacer con Niño de Elche, tuve que decir que sí a su propuesta», explica Leire Apellaniz, también directora del proyecto y productora: «Le ames o le odies, no puedes negar que su trascendencia en la cultura española es clave para entender la contextualidad, y que en él está el espíritu de los José Val del Omar o los Pedro G. Romero». Curiosamente, como productora del momento, Apellaniz está detrás de «Espíritu sagrado» y del nuevo trabajo de Julián Génisson, «Inmotep».
Genialidad por castigo
lo que uno quiere contar», explica Contreras en conversación con este diario, y sigue: «No sé si existe una diferencia clara entre Paco y Niño de Elche. Y tampoco creo que deba ser yo quien conteste a esa pregunta. Si sé que en estos siete años que se ven en el documental he cambiado, he mutado», añade.
Así, en «Canto cósmico» asistimos a la transformación del cantante, no tanto en una esfera pública como en la privada: se nos ofrece un contexto sobre su crianza en Carrús, sobre su relación con Paqui y Aladino, sus padres, y también sobre la persona, la sexualidad y la forma de vivir detrás del personaje que ha creado en favor de su arte. Intimidad, al fin y al cabo. «Hay pudor, claro, y hay dudas. Siempre. Pero intenté que eso no monopolizara lo que se acaba viendo. Mis miedos no podían poseer la película», confiesa Contreras, antes de seguir: «Hay conexiones en el filme y también discursos que pueden parecer contradictorios. Pero ahí está la gracia, en que las identidades deben ser libres, complejas y cambiantes», completa sobre un trabajo en el que nunca mira a cámara, aunque por primera vez parece desnudarse más allá de la impostura cuidada y calculada –en todos los sentidos– que suele guiar sus apariciones y proyectos: «Por supuesto, me gustaría que pudiera tener una continuidad, que no se quedase en lo coyuntural. Como decía Val del Omar, Dios es el tiempo, y eso es lo único que no se muere», se despide el cantaor.