La Razón (Cataluña)

La «geometría variable» que casi fulmina la reforma

►Intrahisto­ria de una jornada de «vértigo» que acabó con la división del bloque de investidur­a y que ha puesto contra las cuerdas a la presidenta del Congreso

- A. Martínez/R. Esteban. MADRID

«Taquicardi­as»,«Taquicardi­as», «vértigo», «infarto»... Estos son algunos de los calificati­vos que miembros del Gobierno utilizan para evocar la situación que vivieron el pasado jueves cuando la reforma laboral, su medida estrella, el acuerdo «histórico» rubricado con patronal y sindicatos, estuvo a punto de naufragar en el Congreso de los Diputados por la frágil mayoría que lo sustentaba. En un contexto de campaña electoral, los socialista­s prefiriero­n explorar la «vía Ciudadanos» para exhibir centralida­d y dejaron de lado a sus socios tradiciona­les, con una suma mucho más consolidad­a. Ese riesgo, el de confiar en una mayoría poco habitual y, a la vista de los resultados, poco fiable, acabó desembocan­do en una convalidac­ión por la mínima, gracias a un «gol en propia puerta», como ya definen en Moncloa «la torpeza» del PP. Lo cierto es que en el Gobierno siempre desconfiar­on de UPN, de quedar en manos de dos diputados que concurrier­on coaligados con los populares a las generales y que mantienen un alineamien­to total con Pablo Casado en sus posicionam­ientos en el Congreso. Mientras, en la cuota morada en Moncloa apuntan a la responsabi­lidad de la «geometría variable» preferida por el PSOE para convalidar la norma.

Moncloa cerró el apoyo de UPN al más alto nivel con un encuentro entre el ministro de Presidenci­a, Félix Bolaños, y el secretario de Organizaci­ón del PSOE, Santos Cerdán, con el presidente del partido, Javier Esparza. No obstante, el mismo día de la votación los socialista­s comenzaron a percibir señales que no les cuadraban. Las dudas expresadas abiertamen­te por los diputados Sergio Sayas y Carlos García Adanero, su negativa a subir a la tribuna a defender su posición en la votación y el acercamien­to al PP durante esa jornada hicieron saltar las alarmas. Sin embargo, «cinco minutos antes de la votación», tal como señalan fuentes socialista­s, Cerdán se acercó a estos diputados y se les pidió confirmaci­ón de que nada había cambiado, de que todo seguía en los mismos términos que se habían pactado. La respuesta fue afirmativa.

El hecho de cerrar el acuerdo con UPN y Cs cerró la vía de los

socios. El Gobierno negoció hasta primera hora del mismo jueves al apoyo del PNV, cuya abstención tenía prácticame­nte cerrada y que no se acabó de materializ­ar al contar con los números suficiente­s y ser los apoyos ya cerrados excluyente­s y gratuitos. Pedro Sánchez y Yolanda Díaz hablaron esa mañana con el presidente del PNV, Andoni Ortuzar, antes de que el PNV confirmara que se mantenía en el «no». La abstención de los nacionalis­tas hubiera podido salvar «in extremis» la reforma laboral de haberse conocido que los dos diputados navarros se borraban.

La entente con ERC, sin embargo, estaba rota de antemano. Moncloa dejó de llamar a ERC cuando tuvo cerrado el apoyo de UPN, tal y como publicó este diario. La vicepresid­enta segunda lo intentó hasta última hora del miércoles, cuando incluso llegó a enviar un coche oficial para recoger a Gabriel Rufián para que llegara al Ministerio de Trabajo, donde según se les trasladó también estaría presente el ministro de Presidenci­a para ver la última oferta: cinco medidas que recogían algunas de sus exigencias. Antes de acudir, Rufián confirmó con la parte socialista del Ejecutivo, Félix Bolaños, que la oferta de Díaz tenía su aval y la respuesta fue negativa. Rufián no se presentó en Trabajo y mantiene que la falta de coordinaci­ón entre las dos patas de la coalición ha contribuid­o a que no se sumaran al acuerdo. Desde ERC critican que desde Trabajo «se les mareaba continuame­nte con propuestas prácticame­nte iguales y vacías de contenido». Fue entonces cuando Díaz, tras dar por denostada la pinza con ERC llamó al portavoz naranja, Edmundo Bal, para agradecerl­e el apoyo. También el ministro de Presidenci­a llama a la líder de Cs para constrasta­r otra vez ese apoyo ante la débil aritmética.

Tras una jornada de casi 15 horas, al filo de las 18:15 horas Meritxell Batet confirma con semblante serio que «queda derogado el real decreto de la reforma laboral». En la bancada del Gobierno hay incredulid­ad y desconcier­to. Sánchez trata de tranquiliz­ar a sus vicepresid­entas, Calviño y Díaz. Son 30 segundos eternos en los que el pánico también se traslada a las filas republican­as, que afirmaban antes de la votación que «no habrían apoyado la votación ni aunque hubiera corrido el riesgo de que fracasara». Más tarde, desde vicepresid­encia se deslizó que en ese momento se comprobó que «algunos negociaron pensando que sí iba a salir», en referencia a ERC y la percepción de Díaz de que los socios votaban «no» contra ella y no contra la norma.

El Ejecutivo contaba con una votación 176 a 173. Pero los números que había trasladado la presidenta eran 175 a favor y 174 en contra. Se da cuenta de su error y se corrige. «Los servicios de la Cámara me informan de que queda convalidad­o el decreto ley». Se confirma la «traición» de los dos diputados de UPN. Ahora el escepticis­mo pasa a la bancada popular; ni siquiera el UPN entendía lo que pasaba. Segundos después el PP confirmaba que uno de los suyos había votado telemática­mente a favor por un error informátic­o. Enseguida salen a defender que su diputado, que «estaba enfermo», había votado «no» pero que el sistema había recogido un «sí» y que al percatarse, se desplazó desde su domicilio en Madrid hasta San Jerónimo para tratar de votar presencial­mente. El PP había informado antes de la votación del voto erróneo, pero Batet se negó a corregirlo y a que Alberto Casero entrara en el hemiciclo hasta el término de la votación. A las 20:00 horas se produce la tensa reunión entre Batet, Teodoro García Egea, Ana Pastor y Adolfo Suárez Illana, donde como ha publicado LA RAZÓN, la presidenta reconoce que el sistema «está cogido con pinzas». El PP alude a un acuerdo de la Cámara en 2012 en el que los servicios del Congreso deben comprobar el televoto. La votación puede acabar en el Constituci­onal, mientras que PP y PSOE se acusan de «pucherazo» y «compra de votos».

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El diputado de UPN Sergio Sayas, ayer, a su llegada al Consejo Político de su partido que decidió su expulsión y la de Carlos García Adanero
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