La Razón (Cataluña)

«Yo soy Varela»: por qué defender al general que fue héroe en África

► Perdura en Cádiz el recuerdo de quien «era querido desde mucho antes del 36»

- Andrés Bartolomé.

«Indignació­n e impotencia» en sectores conservado­res de San Fernando (Cádiz ), ante la retirada de la estatua de Enrique Va re la, mientras la izquierda gaditana celebra que «por fin se haya hecho justicia y se haya dado cumplimien­to estricto a la Ley de Memoria Histórica de 2007».

Difícil encontrar una reacción en los Varela. El único hijo del general, José Enrique Varela Ampuero, coronel de Infantería, falleció en 2013. La hija del militar, Casilda, responde con una negativa: «No quiero hacer ninguna declaració­n, te lo agradezco». Nos consta que antiguos miembros del Ejército han expresado sus quejas e incluso un ex suboficial de la Armada organizó una recogida de firmas «contra el atropello», pero uno de los nietos con el que contacto no mostró demasiado interés.

Un documento que facilita a este periódico la Fundación Franco, del que se desconoce la autoría, abunda en la polémica eliminació­n de la efigie. Arranca recordando que la excepción de Ley de Memoria Histórica pudo salvar la estatua por «razones artísticas», pero incide en el hecho de por qué Varela contó con una, méritos castrenses aparte, «después de ser defenestra­do como ministro y de haber entregado al Caudillo la carta firmada por los generales monárquico­s reclamando la restauraci­ón». «Haciendo ejercicio de “memoria histórica” y tirando de hemeroteca­s y archivos tal vez se pueda entender por qué los isleños le levantaron una estatua, a cuya inauguraci­ón por cierto, Varela no quiso asistir». «Ya desde 1918 y siendo teniente, la prensa local se ocupaba de él. Su carácter sencillo y sus orígenes humildes le hacían gozar de gran simpatía. No obstante, sería tras la concesión de dos cruces laureadas de San Fernando y su imposición por Alfonso XIII cuando la prensa lo convirtió en héroe popular». «Uno tras otro se sucedían banquetes y homenajes, destacando el sable de honor que por suscripció­n se le regaló en 1923. Ese mismo año, siendo ya socio protector del Centro Obrero, la corporació­n municipal, congratulá­ndose de su brillante historial y como “homenaje a sus virtudes cívicas”, acordó nombrarle hijo predilecto».

«A lo largo del lustro siguiente Varela continuarí­a cosechando éxitos militares en el Protectora­do Protectora­do y homenajes en la Península. Todo ello daría lugar a que en 1928 se constituye­ra la primera comisión pro-monumento por suscripció­n popular. La prensa fue publicando las identidade­s y cantidades aportadas. El propio Varela dejaría muy claro que agradecía la iniciativa pero solicitaba el cese del proyecto, pues sólo cumplió con su deber».

«Terminada la Guerra Civil, Varela se convirtió en el principal valedor de San Fernando. La documentac­ión inédita que se conservaen el archivo gaditano acredita su constante desvelo por su ciudad». «Una tras otra se suceden cartas y felicitaci­ones por evitar el cese del personal sanitario que servía en el pabellón de infeccioso­s durante una epidemia de tifus, enviar alimentos para una población de pos guerra hambrienta, gestionar la permanenci­a del servicio municipal de lonja, y así un largo etcétera».

«San Fernando le debe mucho a Varela y forma parte de su historia. Esa estatua no se erigió para exaltar a un golpista sino para perpetuar la memoria de quien sus vecinos querían desde mucho antes de la guerra, amén de que su escultor fue el afamado internacio­nal mente Aniceto Marinas, autor del monumento a las Cortes de Cádiz, entre otras muchas obras de reconocido prestigio». «Yo soy Varela».

Terminada la guerra, Varela «se convirtió en el principal valedor de San Fernando»

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Varela (segundo por la izquierda), con Castejón y Barrón en Escalona, días después de la liberación del Alcázar de Toledo

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