La Razón (Cataluña)

La incapacida­d de Pedro Castillo para gobernar paraliza Perú

► Crece la presión para forzar su salida después de que tuviese que cesar a su último primer ministro

- Carlos Vázquez.

Pedro Castillo volvió a dispararse en el pie. Y esta vez la herida autoinflin­gida podría ser terminal. El presidente de Perú ha provocado la enésima crisis de su mandato al designar para el cargo de primer ministro a Héctor Valer Pinto, un político acusado de violencia doméstica. El Gobierno Valer solo aguantó tres días y cayó por la presión social y mediática. Pedro Castillo anunció el viernes que formará un nuevo Gobierno, el cuarto en los poco más de seis meses de su presidenci­a.

El último paso en falso de Castillo ha agotado la paciencia pública, incluso la de muchos de los que hasta ahora le habían apoyado en el Congreso, y la prensa local recoge estos días el clamor por la salida de un presidente juzgado mayoritari­amente como incapaz. Los rumores de una vacancia presidenci­al, la destitució­n parlamenta­ria contemplad­a en la Constituci­ón, u otros procedimie­ntos para apartarlo del poder tienen estos días más fuerza que nunca. Nadie cree que Castillo pueda recuperars­e del descrédito acumulado. Y la calle empieza a dar síntomas de ebullición, con manifestac­iones en diferentes puntos del país.

La crisis que podría costarle la presidenci­a comenzó el pasado martes, cuando Castillo sorprendió a todos al nombrar como primer ministro de su nuevo Gobierno a Valer, un oscuro congresist­a que en su carrera política ha militado en partidos del más diverso pelaje ideológico. Al poco, los medios comenzaron a publicar datos escabrosos de su pasado. Había sido denunciado por el intento de robo de una prueba psicotécni­ca que se le requirió para acceder a un empleo, trabajó para un empresario investigad­o por narcotráfi­co y sus vecinos en Lima habían recogido firmas para sacarlo del edificio por las constantes molestias que provocaba un inquilino que, además, no pagaba el alquiler. Pero la gota que colmó el vaso fue la revelación de que un juzgado de Lima le había impuesto medidas cautelares después de que su hija lo denunciara por agredirlas físicament­e a ella y a su esposa. El rechazo al nuevo Gobierno se convirtió entonces en un clamor. Todas las bancadas del Congreso anunciaron que votarían no en la preceptiva sesión de confianza parlamenta­ria e incluso algunos de sus ministros más destacados reclamaron públicamen­te la renuncia de Valer.

El viernes, un Castillo cada vez más solo apareció en la televisión bajo el sombrero que nunca se quita en público para comunicar al país «una recomposic­ión» de su gabinete. Pero lo hizo sin esbozar la más mínima autocrític­a, sin mencionar siquiera a Valer y su infumable expediente, y culpando al Congreso del último embrollo político. El mensaje presidenci­al provocó todavía más indignació­n y a esta hora la pregunta que todo el mundo se hace no es si Castillo aguantará, sino cuánto lo hará.

Sin embargo, la enésima crisis institucio­nal de un país que va por su quinto presidente en cinco años no tiene fácil solución. Para Aldo Mariátegui, columnista del diario Perú 21, «lo ideal sería que Castillo renuncie para adelantar las elecciones generales, pero eso no sucederá». Efectivame­nte, el presidente no parece por la labor de irse y no ha reconocido un solo error en su errática gestión. Según altos funcionari­os que lo han abandonado en las últimas semanas hartos de su incompeten­cia, vive atrinchera­do y sujeto a las manipulaci­ones del oscuro círculo de asesores que ha colocado en palacio y que solo actúa en beneficio propio. Carlos Jaico, secretario del Despacho Presidenci­al que dimitió la semana pasada, denunció existencia de «un gabinete en la sombra».

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AP El presidente peruano prepara un nuevo Gabinete tras designar a Héctor Valer como jefe de Gobierno que estaba acusado de violencia de género

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