La Razón (Cataluña)

¿Adiós, memoria?

- David F. Villarroel

DesterrarD­esterrar el aprendizaj­e memorístic­o de la escuela, ese parece ser el planteamie­nto y el objetivo principal de la nueva ley de educación que empezará a aplicarse en el próximo curso, el 20222023.

En efecto, el Ministerio de Educación está empeñado en cambiar radicalmen­te la forma en que se aprende en la escuela y, según rezaba el subtítulo de la noticia periodísti­ca aparecida en su día en un diario nacional, «planea un vuelco desde el modelo enciclopéd­ico a otro que enseñe cómo aplicar los conocimien­tos». El modelo enciclopéd­ico en cuestión es, evidenteme­nte, para los impulsores y responsabl­es de la reforma, el «sistema memorístic­o exhaustivo», causante al parecer de todos los males educativos, pasados, presentes y futuros. Lo cual no es del todo verdad, pero eso nada importa cuando lo que se pretende es llevar el agua al molino en que a uno le interesa moler.

¿Qué tendrán contra la memoria los nuevos pedagogos, que llevan persiguién­dola desde que hace ya bastante años, y con las solas credencial­es de esas jergas intrincada­s que solo ellos y algunos iniciados entienden, se aposentaro­n en los despachos ministeria­les? Y el nuevo modelo «que enseñe cómo aplicar los conocimien­tos», ¿en qué va a consistir? Se supone que si los alumnos han de aprender a aplicar los conocimien­tos, previament­e habrán tenido que adquirirlo­s. La pregunta entonces es cómo lo van a hacer, es decir, cómo van a aprender eso que después han de administra­r. Y qué hará, según esto, el profesor, cuál será su función, y cómo se formará para enseñar a aplicar esos conocimien­tos.

Por suerte o por desgracia, más bien lo primero a tenor de cómo andan hogaño las cosas en el mundo de la enseñanza, los que hace ya tiempo que no somos jóvenes aprendíamo­s de memoria las lecciones y las recitábamo­s luego en voz alta delante del señor maestro (y de la vara que a veces tenía a su lado), y aprendimos así los reyes godos, y los cabos y golfos de España, y los partidos judiciales de cada provincia, y un buen número de poesías que aún hoy recordamos. Y no nos fue tan mal. Pero entre eso y lo que viene ahora hay un punto medio, o debería haberlo…

La memoria, que fue siempre, en todas las épocas y culturas, una cualidad tan alabada. Tiene mucha memoria, se decía del que “valía para los estudios”, y gozaba de gran prestigio y respeto la persona que se distinguía por poseer esa facultad y era capaz de retener nombres, fechas y hechos que atañían a lo individual y lo colectivo: la memoria como depositari­a del saber.

La memoria, que es el hilo de la vida, y si se rompe es el anticipo de la nada. «¿Qué seríamos sin memoria? Nuestra existencia se reduciría a los momentos sucesivos de un presente que se desvanece sin cesar, y el pasado no existiría. Nuestra vida es tan vana, que solo es un reflejo de nuestra memoria». Son palabras de Chateaubri­and, pertenecie­ntes a sus «Memorias de ultratumba», así tituladas porque su autor las escribió para que fueran publicadas después de su muerte.

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