La Razón (Cataluña)

Alberto Casero a la luz de Freud

Diario de un viejo que le grita al televisor

- Jesús Amilibia

A la espera de la tercera versión de la película «El Congreso se divierte» que bien pudieran escribir Azcona y

Berlanga de estar vivos, reconozcam­os que la pasada semana la pista central del circo nos ofreció «El mayor espectácul­o del mundo» con Alberto Casero en el papel que en la película de Cecil B. DeMille interpretó James Stewart (clown) y Meritxell Batet en el de Gloria Grahame (domadora). Sublimes ambos y todo el reparto en una tragicomed­ia que mezcló sabiamente la traición, la fidelidad, el error, el horror, la fortuna, la conspiraci­ón, el mercadeo, el rencor y el caos, provocando gritos, aplausos, risas y llantos. Las redes ardieron con el show y su personaje central: «Alberto Casero, héroe del pueblo entero». «Que pase a llamarse la Reforma Casero». «En realidad, Casero quería votar a

Chanel». «Que Alberto Casero dé las próximas campanadas de Nochevieja».

Convendría analizar el voto de Casero a la luz de lo que

Freud denomina «acto fallido»: el que pone de manifiesto una expresión diferente o contraria a la intención consciente del sujeto. Puede presentars­e en la acción, en el discurso o en un gesto. Según Freud, las equivocaci­ones inexplicab­les son la manifestac­ión del deseo inconscien­te reprimido. Supongamos que Casero fue el único diputado que leyó el texto completo de la reforma laboral, lo analizó a fondo y vio que era una reforma centrista, casi la misma de Fátima Báñez. Que la reforma era digna del PP se instaló con fuerza en su mente, y en el momento de votar, afloró el deseo inconscien­te y llegó el acto fallido. Casero ha confesado: «La que he liado; estoy destrozado». Debe animarse: seguro que Yolanda

Díaz tiene un detalle con él en San Valentín.

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