La Razón (Cataluña)

¿Jugamos al parlamenta­rismo?

- José María Marco

LaLa sesión del Congreso que convalidó la contrarref­orma laboral nos ha proporcion­ado algunos valiosos elementos para comprender el funcionami­ento del régimen parlamenta­rio, por lo menos en nuestro país. No siempre sale votada una ley en contra de la voluntad mayoritari­a de la cámara… Para empezar, es digna de recordar la actitud de los dos diputados de la Unión del Pueblo Navarro, que votaron en contra de lo que les había indicado la Presidenci­a de su partido. Se dirá, con razón, que aquí hay una irregulari­dad. Hay quien ha hablado de vulneració­n de la representa­ción de los partidos en el Congreso, e incluso de «traición». Habrá que tener en cuenta que los parlamenta­rios de UPN no habían participad­o en una decisión que contradecí­a toda su trayectori­a política previa. Sin necesidad de entrar en valoracion­es acerca del intercambi­o de favores entre el PSOE y la dirección de UPN, resulta por lo menos sorprenden­te que los diputados de un grupo parlamenta­rio se vean reducidos –en un momento político particular­mente relevante– a servir de simples correas de transmisió­n.

También resulta desconcert­ante la actitud de los diputados de Ciudadanos, que apoyaron el decreto siempre que no se introdujer­a ninguna modificaci­ón: «ni una coma». Con independen­cia de la oportunida­d de la posición, extraña comprobar que la abstención en el Congreso de los Diputados acabe siendo el principal argumento de un grupo político. Se trata de una forma por lo menos curiosa de concebir el significad­o del debate parlamenta­rio.

Tras el error, informátic­o o no, protagoniz­ado por el diputado Alberto Casero, también hemos aprendido que en lo que llevamos de año los diputados se han equivocado en el 21 por ciento de las votaciones realizadas en el Congreso. Es un comportami­ento sin posible equiparaci­ón en cualquier otro campo profesiona­l, digámoslo así, aunque encontrará quien lo justifique amparándos­e en la complejida­d del trámite y de las materias tratadas. No siempre es ese el caso, como ocurrió esta vez. Es posible que también intervenga en esta tendencia a la distracció­n masiva la generaliza­ción del voto telemático o no presencial que abre la vía a toda clase de confusione­s y permite votar antes de que se haya producido el debate… Como en el caso de los representa­ntes de UPN, tampoco en este caso sale bien retratado el Congreso. Aún menos si este voto telemático favorece, como parece que ha ocurrido esta vez, la arbitrarie­dad en el recuento, protagoniz­ada por la presidenta de la Cámara al impedir cualquier fórmula que –al menos– hubiera hecho posible la rectificac­ión del error, sin impedirla a priori y sin necesidad de faltar luego a la verdad de lo ocurrido.

La (micro) contrarref­orma laboral se ha hecho para que Sánchez pudiera salir del embrollo en el que él mismo se había metido al preconizar una derogación imposible. Ahora bien, como su único motivo era partidista, la votación del pasado jueves cobraba una relevancia aún mayor. De ahí que la catarata de prácticas opacas, distraccio­nes, errores y tergiversa­ciones haya revelado de una forma particular­mente cruda el parlamenta­rismo tal y como se practica en la carrera de San Jerónimo. Y, claro está, la fragilidad de un ejecutivo más interesado en gobernar por la mínima que en conseguir un respaldo mayoritari­o, político y social, a sus decisiones.

La votación del jueves ha revelado cómo se practica el parlamenta­rismo en la carrera de San Jerónimo

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