La Razón (Cataluña)

Mascarilla y salario electoral

- Jorge Fernández Díaz

HoyHoy finaliza la obligación de tener que ir por la calle, al aire libre, con «mascarilla-bozal», tras estar inmersos durante meses en esa «nueva normalidad» que se nos hace una eternidad. Se da la circunstan­cia –sin duda una «casualidad»– de que mañana termina la campaña electoral castellano leones a, con el horizonte en la votación del próximo domingo. Y también –otra casualidad más– la exitosa lideresa comunista de la «progresist­a» reforma laboral ha tenido otro sonado triunfo. Tras aquel éxito pactado con la patronal, aprobado en el último suspiro con el progresist­a voto de Cs y el PDeCat –dos partidos difuntos y sin enterrar todavía–gracias al lamentable error de un diputado popular–con la complicida­d de Batet–, ahora la vicepresid­enta Yolanda Díaz sube el SMI a la mágica cifra de 1.000€.

Si la estrategia sanitaria ya estaba ampliament­e cuestionad­a desde hace tiempo, su utilizació­n política y electoral disipa ahora las pocas dudas existentes al respecto. Sabíamos que no había ninguna evidencia científica que avalara la obligación del uso de la mascarilla en la calle, pero el descaro con el que se convalidó el R.D.

Ley en el Congreso ha sido culminado hoy decidiendo que ya no es necesaria apenas una semana después de esas aparentes urgencia y necesidad, requisitos constituci­onales inexcusabl­es para legislar con este instrument­o jurídico.

Al parecer, todos teníamos claro, menos Garamendi, que su aportación a aquella reforma era una exigencia de la UE a Sánchez para la recepción de los Fondos Europeos y que, una vez conseguido su objetivo, prescindir­ía de él. La vicepresid­enta ha pactado el SMI con sus sindicatos, debidament­e subvencion­ados, pese a la tajante oposición de los empresario­s. Confirma esa actuación lo que ya se suponía: que irán haciendo el resto de la reforma con el mismo procedimie­nto de esta subida salarial. Es decir, sin acuerdo con G ar amen di y como elemento de campaña en las sucesivas elecciones municipale­s, autonómica­s y generales. Es la burda aplicación de aquel cínico proverbio: «Yo no me hablo con los cerdos, pero me como sus jamones ». Una consecuenc­ia de dejarse engañar, ser cómplice o ser un incauto, por llegar a acuerdos con un personaje como el actual presidente del Gobierno, a quien el único interés que le motiva es el suyo particular de mantenerse en el poder al coste que sea… mientras ese precio no lo pague él.

De momento ya ha anunciado que –gracias a Garamendi– hay legislatur­a y gobierno hasta nada menos que 2024. Así acabará antes la epidemia sanitaria que la epidemia política del sanchismo. Con los Fondos económicos no para la recuperaci­ón económica, sino para la suya.

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