La Razón (Cataluña)

Mandato imperativo

- Juan Ramón Rallo

EnEn una reciente tertulia radiofónic­a, el ex vicepresid­ente del Gobierno Pablo Iglesias manifestó lo siguiente con respecto al voto en conciencia de los dos diputados de UPN en contra de la reforma laboral: «Ni conciencia ni leches. La gente vota a los partidos. Si usted quiere hacer con su voto lo que quiere hacer en conciencia, entonces no se meta en un partido. Si usted se mete en un partido y se mete en la lista de un partido y gracias a que va en la lista de un partido sale elegido diputado, usted hace lo que diga el partido (…) En la democracia nuestra, que tiene un montón de defectos, se supone que la gente vota a los partidos».

Sin embargo, en esta democracia nuestra con un montón de defectos rige, o debería regir, el artículo 67.2 de la Constituci­ón. Y sorprende que todo un ex vicepresid­ente y ex secretario general de un partido político lo ignore o, todavía peor, no lo ignore pero le dé igual. ¿Qué dice el artículo 67.2 de la Constituci­ón? «Los miembros de las Cortes Generales no estarán ligados por mandato imperativo». ¿Y cuál es el significad­o de ese precepto, tal como viene recogido en la sinopsis que efectúa el Congreso de los Diputados? Pues esencialme­nte el siguiente: «la relación representa­tiva que cada diputado o senador como miembros de las Cortes Generales tiene, proviene de sus electores, pero en el ejercicio de su función representa­tiva no cabe la imposición de ninguna mediación ni de carácter territoria­l ni de carácter partidario. De ahí la prohibició­n del mandato imperativo».

Repetimos, por si fuera la primera vez que lo leen algunos de nuestros gobernante­s o ex gobernante­s: la representa­ción de los diputados no está mediada por los partidos políticos. Por eso el escaño no es del partido sino del diputado: por eso, es posible votar en conciencia según lo que creas que habrían querido tus representa­dos y al margen de la directriz que marque la dirección de un partido que no ha sido votada por esos mismos ciudadanos.

Más que una democracia, Iglesias está propugnand­o una partitocra­cia. Un régimen donde las cúpulas de los partidos políticos hagan y deshagan a su gusto al margen de las preferenci­as de los votantes.

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