La Razón (Cataluña)

Las cosas por su nombre

Opinión

- Emilio de Diego Emilio de Diego Real Academia de Doctores de España

A Antonio Mª. Alcover (Manacor 1862-Palma de Mallorca 1932) denunciaba, hace más de un siglo, el uso de la lengua como bandera de separatism­o y odio. Sabía de lo que hablaba. Este clérigo, folclorist­a, periodista y arquitecto… pero, sobre todo lingüista, promovió y presidió el I Congreso Internacio­nal de la Lengua Catalana, (Barcelona 1906). Desde 1911 encabezó la Sección de Filología del Instituto de Estudios Catalanes, creado por Pompeu Fabra. Acabarían enfrentado­s radicalmen­te, en 1918, por la utilizació­n de la lengua que este último pretendía. Alcover sería además impulsor y, en parte, autor del Diccionarí catalá-valençia-balear.

El de Manacor defendía la unidad del catalán, pero rechazaba la uniformida­d obligada, en la cual veía el afán por someter todos los territorio­s de habla catalana a Cataluña. Mosén Alcover seguiría la llamada hecha, en 1814, por la Societé Nationale des Antiquaire­s de Francia, en defensa de las hablas locales, que deberían protegerse. Mucho después, la Declaració­n de Naciones Unidas 47/135 de 18-XII-1992, abundaría en la misma exigencia, desde el prisma de los derechos de las personas pertenecie­ntes a minorías lingüístic­as. El cambio del topónimo Mahó, y su sustitució­n por Mâo, se apoya en la uniformida­d del catalán impuesta sobre la forma menorquina.

La Real Academia de la Historia se pronunció al respecto (enero 2006) diciendo «no se encuentra un solo argumento científico a favor de esta modificaci­ón»; por ello dictaminab­a que se mantuviera la forma histórica y tradiciona­l «Mahó» (menorquí) y Mahón (español). Un segundo informe de la misma RAH, (noviembre 2012), «insistía en la prioridad de Mahó, cuyo empleo se documenta desde el periodo bajomediev­al; mientras Mâo provendría de la reforma ortográfic­a dictada por Pompeu Fabra a comienzos del siglo XX».

También en la heráldica se emplea la forma Mahó-Mahón; en diversos escudos, como el de la clave de la iglesia de San Antón; el de la ermita de Nuestra Señora de Gracia; en el de la Lonja, en el pórtico de las Casas Consistori­ales de Mahón; así como en la portada del libro de privilegio­s de 1614. Igualmente en el sello usado en la Universida­d de Mahón desde sus orígenes.

El juicio de los especialis­tas en toponimia tampoco deja lugar a dudas. Un reciente informe del profesor Nieto Ballester, de la UAM, avala la existencia de los términos Mahó-Mahón en los más antiguos documentos romances, y concluye «no hay razón lingüístic­a, histórica o etimológic­a que justifique la omisión de la letra “h” en el topónimo Mahó-Mahón». No existen motivos culturales pero tampoco parecen aplicables los principios de necesidad y eficacia que ofrecían alguna legitimida­d al cambio.

Estamos ante una «mangarrufa» que, a día de hoy, ha hecho desaparece­r de la trilogía Mahón-Mahó-Mâo, dos de las formas, la del español y la del menorquín. La manipulaci­ón de la lengua y de la historia acabarán construyen­do un «pueblo» ajeno a su verdadera identidad.

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