Castilla elástica
LasLas lunas de miel son euforizantes y maravillosas, pero tienen el inconveniente de que exigen un engorroso preliminar llamado matrimonio. Las uniones matrimoniales que duran son las basadas en el amor, la voluntad y las afinidades, no en las simples relaciones de conveniencia. Así les fue a Ciudadanos y el PP en la comunidad castellano-leonesa. Tanto, que cuando el interés estratégico decidió que lo mejor era poner a uno de los cónyuges de patitas en la calle, el otro lo hizo sin dudar ni un momento. Con los resultados de las nuevas elecciones en la mano, puede decirse que la maniobra le ha salido justita a Mañueco, pero cabría preguntarse en qué lugar del horizonte pone su punto de mira esa estrategia.
La sugestión colectiva de estas últimas semanas ha sido creer que las elecciones castellano-leonesas suponían una especie de batalla metonímica de lo qué serán las futuras generales. Pero si nos abstraemos de esos lugares comunes que alimentan a los tertulianos e intentamos leerlas como lo que realmente han sido (básicamente, unas autonómicas) podemos preguntarnos si la táctica tenía algún sentido más allá del corto plazo. En una situación de poder, cuando aparece la disidencia, los que mandan han de conseguir que esa disidencia desaparezca o absorberla. Si no lo consiguen del todo (por pequeña que sea la representación que quede de esa disidencia) puede decirse que la insurgencia ha ganado algo. Lo curioso es que ni siquiera a Igea, que es a quién más le convendría atender a ese razonamiento en las actuales circunstancias, parece interesarle esa dirección. Es como si Ciudadanos