La Razón (Cataluña)

Un año: honor y gloria

- José María Fuster-Fabra

EsteEste domingo se ha cumplido un año de la muerte del General Rodríguez Galindo. Tenía pensado para hoy escribir otro tipo de artículo, pero me temo que si no lo recuerdo yo nadie lo hará públicamen­te.

Así es España, la España por la que el sacrificó su libertad, la España a la que defendió hasta límites insospecha­dos, «asumo mi condena como un servicio más a España», «José María, para que lo tengas claro, te juro que jamás di la orden ni de secuestrar, ni de asesinar a Lasa y Zabala», «si haces o dices algo por defenderme que perjudique a mis hombres, enviaré una carta al Tribunal renunciand­o a tu defensa», «yo jamás me carearé con un superior del que solo espero órdenes , ni con un inferior a quien debo dárselas».

Perdimos, sabíamos que íbamos a perder porque tenía que ser así, aun con todo en el Tribunal Constituci­onal casi conseguimo­s el milagro: siete votos contra cinco.

Así era: sencillame­nte el mejor. Casi noveciento­s terrorista­s detenidos, cien comandos desarticul­ados. La cruz fueron noventa y ocho hombres enterrados en una guerra no declarada, noventa y ocho de sus hombres y mujeres, muchas unidades en conflictos bélicos declarados no llegan a esa cifra.

Ya nadie parece querer hablar más de él, ni del cuartel del honor: Inchaurron­do, el lugar donde se fraguó el fin de ETA.

Silencio prudente o vergonzant­e pero silencio al fin y al cabo. Hace un año le recordamos un puñado de sus hombres que me otorgan el inmenso honor de considerar­me uno de ellos. Este domingo volvimos a juntarnos para recordarle, con los mejores, los que más lucharon, los que más perdieron, los que gracias al contacto con ellos perdí casi el sentido del miedo, los que me enseñaron a ser mejor persona y mejor abogado, los que nunca dejaban solo a un compañero. Son Diego y Manolo, son Lorenzo y Luis, Arturo, Pablo y tantos y tantos otros diseminado­s por España y con destinos muy diferentes.

Nosotros éramos los buenos y los otros los malos, por mucho que hoy quieran hacer cambiar los papeles.

Con él al frente, los buenos cumplieron su misión derrotar operativam­ente a los malos, que no les quedase más camino que la rendición. La traición es cosa de políticos.

Nosotros seguimos mirando siempre de frente. También lo aprendí de ellos, como ellos sin bajar nunca la mirada.

Al General le debieron recibir en el cielo debidament­e formados sus hombres asesinados y las otras víctimas de ETA, probableme­nte haría de anfitrión el padre Huidobro, el legionario camino de la santidad.

Antes la muerte que el deshonor, como nos enseño el General.

Nosotros éramos los buenos y los otros los malos

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