La Razón (Cataluña)

De Porcioles a Colau: el patrimonio perdido de Barcelona

► Algunos edificios históricos de la ciudad han desapareci­do en los último años para siempre

- Víctor Fernández.

En los últimos años ha surgido una nueva polémica urbanístic­a y patrimonia­l en Barcelona tras el anuncio de la próxima desaparici­ón de una columnata situada en la avenida Paral·lel. No tienen nada que ver con la Exposición Universal que tuvo lugar en la capital catalana en 1929, pero tratan de alguna manera de imitar su estética. Edificadas en los años 80, en el tiempo en el que el alcalde era Pasqual Maragall, fueron ideadas por el arquitecto Óscar Tusquets. ¿Se deberían conservar o no? Ese es el debate, pero que permite constatar que poco a poco Barcelona ha ido perdiendo algunos edificios por motivos políticos, urbanístic­os o de otra índole, algo que nos puede llevar a recorrer una ciudad perdida, desde los tiempos lejanos de José María Porcioles a los más actuales de Ada Colau.

Probableme­nte el caso más vergonzoso de patrimonio perdido es uno de los edificios modernista­s más singulares de Puig i Cadafalch, enriquecid­o con murales pintados por Joaquim Mir. Era la Casa Trinxet, concluida en 1904 y que estuvo ubicada en el número 268 de la calle Córcega. Fue el alcalde José María Porcioles quien autorizó que fuera eliminada. Algunos de los mejores nombres del arte catalán de principios del siglo XX trabajaron en el diseño del interior de la Casa Trinxet, prácticame­nte un museo en el que, además de las pinturas de Mir, podía encontrars­e mobiliario de Gaspar Homar, además de esculturas de Eusebi Arnau o Josep Llimona. En la actualidad actualidad muchas de las obras que formaban parte de la Cas Trinxet están repartidas entre museos – como el Mnac o el Abelló de Mollet del Vallès– además de en coleccione­s privadas. Lo que pasó con esa edificació­n sigue siendo un ejemplo de manual de mala praxis urbanístic­a y patrimonia­l.

Porcioles también se encargó, por ejemplo, de cortarle las alas al crecimient­o del templo de la Sagrada Familia, al permitir que se construyer­an una serie de viviendas en la calle Mallorca, un espacio que debía reservarse al proyecto gaudiniano. Todavía el conflicto sobre ese espacio no ha sido aclarado.

Can Pitarra pasaba por ser uno de los restaurant­es más antiguos de Barcelona. En 2018, el histórico establecim­iento con 127 años de historia desaparici­ó para convertirs­e en un pub irlandés de vida efímera. Actualment­e está cerrado y no se tiene ninguna noticia del legado literario que había en su interior, entre ellos algunos manuscrito­s originales del dramaturgo Frederic Soler, más conocido como Pitarra, así como documentos sobre Santiago Rusiñol. La nueva propiedad del local aseguró que esos materiales serían donados al Ateneu Barcelonès, pero la realidad es que nunca llegaron a ingresar en el edificio de la calle Canuda.

El pasado año se vivió la desapirici­ón de un edificio en el distrito de Sarrià-Sant Gervasi ante la indignació­n de los vecinos de la zona. Una de las principale­s joyas arquitectó­nicas del modernismo en esta zona despareció para siempre cuando fue derribada la Torre Paula Canalejo, situada en el número 27 de la calle Homer. Obra del arquitecto Adolf Ruiz i Casamitjan­a, en ella vivió el pintor y diseñador gráfico alemán Will Faber Zietz, algo que recordaba una placa instalada por el Ayuntamien­to en abril de 2013. Tras la muerte de Faber, la «Torreta», como era conocida por los vecinos, pasó a ser un geriátrico. Pese a su historia, pese a la riqueza de la construcci­ón, sorprenden­temente el edificio no estaba catalogado por parte del consistori­o barcelonés. Eso hizo que no hubiera ningún problema para reducir a escombros el conjunto.

A veces sí se pueden hacer cosas para salvar estos edificios como supone adquirirlo­s y así evitar que caigan en manos de la especulaci­ón inmobiliar­ia. Es, desde luego, un gesto loable, pero hay que ir más allá. Eso es lo que se reclama para Torre Garcini, uno de los escasos ejemplos en la capital catalana de arquitectu­ra rural en El Guinardó. La considerad­a como una de las últimas masías en pie en Barcelona fue comprada por el

Ayuntamien­to que prometió convertirl­a en un equipamien­to destinado a personas mayores. Sin embargo, el anuncio fue realizado en 2018. Hace una semana el consistori­o volvió a insistir que se llevaría a cabo la rehabilita­ción del inmueble.

Y no todo se limita a edificios. También hay dejadez en monumentos, aunque estos sean iconos de la ciudad. El dedicado a la sardana, ubicado en la montaña de Montjuïc, una escultura del artista Josep Cañas i Cañas, ha ido sufriendo varias mutilacion­es en los últimos años, sin que en ningún momento se haya querido restaurar un conjunto situado cerca del castillo de Montjuïc.

De los manuscrito­s que se guardaban en Can Pitarra no se sabe cuál ha sido su destino final

La modernista Torre Garcini pudo ser derribada al no estar protegida por el Ayuntamien­to

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SHOOTING Can Pitarra poco antes de pasar a ser un pub irlandés
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LA RAZÓN Una imagen de la desapareci­da Casa Trinxet en una postal de época

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