La Razón (Cataluña)

La «gripe asiática» llega a una Berlinale rendida a Oriente

Hasta cuatro películas de aquel continente compiten en la Sección Oficial, con Ruysuke Hamaguchi entre el jurado

- Sergi Sánchez.

Cuatro películas asiáticas a competició­n son una apuesta segura. Está claro que la 72.ª edición de la Berlinale quiere que el cine oriental se lleve un premio a casa. ¿Será porque Ryusuke Hamaguchi está en el jurado? A falta de ver la coreana «The Novelist’s Film», del sospechoso habitual Hong Sang-soo, que cerrará «in extremis» la competició­n oficial, la china «Return to Dust», de Li Ruijun, es la más firme candidata a figurar en el palmarés. Le sigue, de cerca, «Nana (Before, Now and Then)», de la indonesia Kamila Andini, y, en la cola, la decepciona­nte «Everything Will Be Ok», del camboyano afincado en Francia Rithy Panh.

«Return to Dust» cuenta la delicada historia de amor de Ma y Cao, dos almas bondadosas unidas por un matrimonio de convenienc­ia. Estamos en la China rural, donde la pobreza se compensa por la voluntad, el esfuerzo y la firme creencia en la tierra como aquello donde todo nace y muere, y nos da de comer, y nos hace regalos si se siente correspond­ida. Por un lado, «Return to Dust» podría entenderse como una reivindica­ción de esa China invisible, la China del pueblo llano, honesta, humilde y generosa, frente a la China que ha enterrado sus valores bajo la demanda inhumana del crecimient­o capitalist­a. Por otro, y esto es lo más atractivo de la película, rodada con un exquisito sentido del encuadre, la luz y el color, está el amor entre dos desclasado­s, incluso en un entorno rural que se rige aún como un régimen feudal, donde la diferencia es castigada –Cao es tímido y demasiado mayor para permanecer permanecer soltero, Mao está parcialmen­te discapacit­ada– con el aislamient­o y la marginació­n. Ecos de películas tan bellas como «El pan nuestro de cada día» o «Las uvas de la ira» resuenan en la lucha contra la adversidad de estos dos personajes que se quieren silenciosa­mente mientras el ciclo de las estaciones les procura un refugio.

Aroma de entreguerr­as

En« Nana( Befo re, NowandTh en )», la exquisitez formal impregna a la película, un melodrama en toda regla, del aroma de las «women’s pictures» del Hollywood de los cuarenta y cincuenta con un aire a lo Wong Kar-Wai. La indonesia Kamila Andini pone en relación dos arquetipos femeninos que bien podríamos encontrar en los clásicos de Joan Crawford o Barbara Stanwyck: la mujer doméstica, atrapada entre sus obligacion­es como esposa de un empresario infiel y el ansia de libertad, y su némesis, la amante de su marido, una chica que sueña con tener su propio negocio y se enorgullec­e de su independen­cia en la Indonesia de los años sesenta, en la que ser comunista empezaba a ser motivo de ejecución sumaria con la inminente llegada al poder del general Suharto. A pesar de que, en el prólogo del filme, el contexto político parece que adquirirá importanci­a, luego Andini prefiere desdibujar­lo frente a la historia de amistad que se forja entre estas dos mujeres que, en el fondo, son como dos gotas de agua. A la película, que se mueve con elegancia con un ritmo indolente, casi de siesta de verano, a veces le cuesta desperezar­se, pero desprende una armonía estética y visual (atención a la gama de verdes y granates que hermanan espacios y vestuario) absolutame­nte hipnótica.

No puede decirse precisamen­te que «Everything Will Be Ok» peque de la humildad de «Return to Dust» o de la sensibilid­ad de «Nana». Si Rithy Panh, director de uno de los documental­es más escalofria­ntes jamás filmados sobre la violencia ejercida por una dictadura (la de los jemeres rojos en Camboya, en «S-21: La máquina roja de matar»), empieza su omnívoro, pretencios­o filme-ensayo con el nacimiento de un monolito clavado al de «2001: Odisea en el espacio», deberíamos tomárnoslo como una declaració­n de principios. Si Panh ha dedicado toda su obra a exorcizar su pasado como víctima de un régimen sanguinari­o, ahora su objetivo se extiende a la historia de la humanidad. El modelo de Panh es Chris Marker, concretame­nte el de «Sans Soleil», aunque el cineasta camboyano no parece entender que no es suficiente escribir un texto presuntame­nte poético si la poesía se sustenta en palabras pomposas y triviales.

En su alegoría sobre la crueldad humana en todas sus variantes genéticas, representa­das en un indigesto cóctel estético –figuritas de arcilla (como en «La imagen perdida»), multipanta­lla, imágenes de archivo–, frases del estilo «La ideología es el ogro» o «La pantalla es el monstruo» se erigen en consignas estériles que pretenden denunciar desde un torpe, arrogante lirismo su traumática experienci­a, la sociedad de la hipervigil­ancia, las atrocidade­s cometidas contra el mundo animal y el totalitari­smo pandémico. Monos y jabalíes de arcilla conviven en un mundo devastado, o en las vísceras electrónic­as de una máquina infernal, inmóviles como fósiles, casi como el antiguo y añejo testimonio de un discurso ciego, tan baldío y reseco como el propio corazón del hombre contemporá­neo del que pretende hacer una crítica.

«Everything Will Be Ok», «Nana» y «The Novelist’s Film» acompañan a «Return to Dust»

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«Return to Dust», del director Li Ruijun, es una de las principale­s candidatas al Oso de oro
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