Elecciones cada mes o dos meses, porfa
Diario de un viejo que le grita al televisor
«Ah, las elecciones, esos días de emoción y barra libre»
Casado dijo aquello de «es el PP o el caos». Recuerdo aquel magnífico chiste de «Hermano Lobo». El líder se asoma al balcón y le grita al pueblo: «¡O nosotros o el caos!». El pueblo responde a coro: «¡El caos, el caos!». Y entonces el líder responde: «¡Es igual, también somos nosotros!». En la política se puede contradecir a la ciencia y ser todo a la vez. Pero qué bien nos lo pasamos con las elecciones, la fiesta de la ilusión. Con lo necesitados que estamos de utopías. Deberían celebrarse cada mes o dos meses, a más tardar. Ay, la alegría de los mítines como verbenas multicolores en las que nos prometen que se va a arreglar lo de la España vaciada, la factura de la luz, la inflación, el paro y la sequía. Que nos van a regar, a ver si crecemos de una vez, con la Primitiva de los fondos europeos.
Ah, las elecciones. El gran carnaval. Exhibición eurovisiva de ubres llenas y dispuestas. Campañas como el más excitante metaverso que pudo soñar Mark Zuckerberg. Es verdad que luego los Reyes Magos no nos traen lo que prometieron, pero esos días de emoción, frenesí y barra libre no puede quitárnoslos nadie. Además, si nos hemos creído que Marlaska habla con ex presos etarras para perfeccionar su euskera; que Yolanda Díaz lucha por el personal y no porque una meiga leyó en el fondo de un carajillo que podía ser presidenta; que Irene Montero es Simone de Beauvoir o que Pedro Sánchez escribe tesis y libros, ¿por qué no vamos a creer lo que nos echen? Y algunos se excusarán diciendo que el pueblo sufrió el síndrome Casero: se equivocó al votar. Qué diver.