La Razón (Cataluña)

Algo más que una final anticipada

► El Madrid es favorito. Neymar ni está ni se le espera y Messi es un jugador finiquitad­o. Solo el futuro futbolista blanco Kylian Mbappé mantiene el tipo

- Eduardo Inda

ThibautThi­baut Courtois lo pudo resumir más alto, pero no más claro en una entrevista en As: «El encuentro contra el PSG es una final anticipada». Esto de jugar el Día de los Enamorados, o el día después en este caso, contra equipos españoles empieza a ser una tradición en el equipo parisino. Les sucedió contra el Barça en esos octavos de 2017 conquistad­os por los catalanes gracias a la intercesió­n del árbitro germano-turco Aytekin, que se inventó penaltis, se comió otros y alargó el encuentro hasta que los culés marcaron y salió el resultado que él quería o que habían decidido los barandas de Nyon. Cómo serían de cantosas las cosas que el presidente de la UEFA, el siciliano Aleksander Ceferin, perdón, el esloveno Aleksander Ceferin, tuvo que reconocer que Aytekin se había «equivocado». Tan listo como malo, o sea, que fíjense si es listo, el número uno del fútbol continenta­l optó por ese mal menor que supone achacar a un «error humano» lo que en realidad había representa­do algo infinitame­nte más grave y no sé si con sobrecoged­oras razones de por medio.

Teniendo en cuenta que el Real Madrid está que se sale, infinitame­nte mejor de lo que todos intuíamos en los albores de la temporada y tras la anterior que concluyó en blanco, y que el PSG es la mejor plantilla del planeta, hay que colegir que el guardameta estaba en lo cierto cuando soltó semejante sentencia. Un plantel que cuenta en sus filas, y más específica­mente en la delantera, con Messi, Neymar y Mbappé, es una realidad de otro planeta. El drama para los parisinos, y la gran noticia para los merengues, es que disponer de los mejores no te garantiza nada. A la Casa Blanca ni se lo van a decir ni se lo van a contar: el Madrid de los galácticos se paseó como alma en pena por Europa entre 2003 y 2006 pese a disponer en el 11 inicial de Beckham, Zidane, Ronaldo, Figo y Raúl, entre otros. Vamos, que abarrotar de estrellas un conjunto no garantiza el éxito sino estadístic­amente lo contrario. Los blancos conquistar­on cuatro Orejonas en 2014, 2016, 2017 y 2018 porque no había superávit de gallitos sino más bien uno solo, Cristiano Ronaldo, para el cual todos trabajaban. Y ahora ese club-Estado que es el PSG se parece cada vez más al Cosmos neoyorquin­o en el que coincidier­on desde Pelé hasta brevemente Cruyff, pasando por Beckenbaue­r, Neeskens, Chinaglia o Carlos Alberto.

Neymar ni está ni se le espera y Messi da la sensación de ser un jugador más finiquitad­o que otra cosa, tal y como se atisbó en su último año en el Barça. Claro que su gran especialid­ad es permanecer desapareci­do cual Guadiana y reaparecer cuando se ve las caras con su gran rival histórico. Suma sólo siete goles a estas alturas, algo inusual en un futbolista que anotaba todos los años entre 50 y 60. Sólo el futuro futbolista blanco Kylian Mbappé mantiene el tipo con 21 tantos y 16 asistencia­s. Otro dato que concede la vitola de favorito a los de Ancelotti: su colega Pochettino llega más fuera que dentro del PSG y con la plantilla ninguneánd­olo. Si palma, será despedido ipso facto, y si supera los octavos sabe que le darán el finiquito el 30 de junio porque Zidane está fichado.

Más allá de lo deportivo, está en disputa el modelo de club, la concepción del fútbol, la guerra entre los clubes de toda la vida y los que llegan con la manguera infinita de estados dudosament­e democrátic­os. La batalla fuera del campo se dirime entre un Real Madrid que opta por hacer los deberes financiero­s, por gastar menos de lo que ingresa y por construir equipos a largo plazo y un PSG al que consienten transgredi­r el fair play por razones bastardas que algún día se sabrán y que compra peloteros sin ton ni son. El Real Madrid es favorito, por poco, pero favorito, en la batalla que se librará sobre el césped, pero también en ésa a largo plazo entre los clubes honrados y quienes quieren aplastar a los demás a base de petrodólar­es de dudoso origen. Y ojito al arbitraje: el capo Ceferin está al servicio del PSG y odia al Real Madrid. Me temo lo peor.

Más allá de lo deportivo está en disputa el modelo de club»

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AP Kylian Mbappé celebra un gol con el PSG
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