La Razón (Cataluña)

«El Gobierno se inventó el concepto de cogobernan­za»

Emiliano Cascos.

- Pedro Arcos González

Arcos es un auténtico referente en la medicina española. Es Doctor en Medicina y Doctor en Ciencias de Salud Pública. Y profesor de Epidemiolo­gía en la Facultad de Medicina de la Universida­d de Oviedo, donde dirige la Unidad de Investigac­ión en Emergencia y Desastre (UIED).

¿Qué opina de la gestión realizada por el Ministerio de Sanidad y su Centro de Coordinaci­ón de Alertas y Emergencia­s Sanitarias (Ccaes) dirigido por Fernando Simón?

En general, el Ministerio ha hecho una gestión errática, de bajo perfil y poco transparen­te, recordemos el episodio de la pregunta al Ministro acerca de quién formaba su comité asesor y el bochorno de su respuesta. Desconozco cómo ha sido su funcionami­ento interno en la toma de decisiones durante la pandemia, pero tengo claro que algunas de las medidas adoptadas no estaban basadas en la evidencia de resultados y han sido tomadas por criterios políticos y de visibilida­d, antes que científico­s.

¿Faltaron directrice­s?

Por otro lado, el gobierno fue incapaz de crear un marco legal adecuado que hubiera facilitado la puesta en marcha de las medidas más difíciles y evitado así que las comunidade­s autónomas hayan tenido que peregrinar por los juzgados en busca de apoyo legal para su implementa­ción.

El Ministerio también ha utilizado al Consejo Interterri­torial del Sistema Nacional de Salud como parapeto para evitar asumir el papel de liderazgo que, por otro lado, le correspond­e por ley. En una situación de pandemia no se pueden adoptar decisiones técnicas que afectan a millones de personas por votación simple de un organismo formado por políticos profesiona­les. Es como si un organismo político decidiera por votación si las neumonías bacteriana­s hay que tratarlas con Amoxicilin­a o con Azitromici­na.

¿Cómo se afrontaron los primeros meses de pandemia?

Hay un momento inicial, hasta mediados de 2020, en que se aprobaron restriccio­nes completas para la ciudadanía. Pero a partir del momento en que se necesitó convalidar esas restriccio­nes en el Parlamento y como el Gobierno no tenía mayoría parlamenta­ria, se inventó el concepto de «cogobernan­za», que al final no fue más que transferir el problema a las comunidade­s autónomas. El Ministerio desapareci­ó «de facto» y empezó a usar al Consejo Interterri­torial de una manera espurea, mientras se reservaba para si la toma de ciertas decisiones «sensibles».

¿Ha habido errores estratégic­os posteriore­s?

Sí, ha habido varios importante­s. Entre ellos, imponer el uso indisPedro criminado de mascarilla en exteriores, incluso aunque se pudiera mantener una distancia de seguridad, y a las pocas horas decir que esa medida había que «modularla», esa curiosa expresión fue la que usó la Ministra para salir del paso, o decidir poner una dosis de refuerzo a las cuatro semanas de haberse infectado de manera natural y, de nuevo, rectificar a los pocos días. O la fatal decisión de la Comunidad de Madrid de no trasladar ancianos a los hospitales con el resultado posterior de miles de muertos.

¿Cuál cree que es el sentimient­o de la población española?

La sensación de falta de criterio técnico tras esas decisiones y contradeci­siones ha afectado seriamente a la credibilid­ad de las autoridade­s sanitarias y a la predisposi­ción a adherirse a esas medidas por parte de la población. En una pandemia los errores técnicos se pagan muy caros y hemos tenido más de 90.000 muertos, una de las moralidade­s más altas de nuestro entorno.

¿Cuál es su opinión sobre cómo es la situación pandémica actual y cómo la prevé en los próximos meses?

Lo razonable es que la incidencia de nuevas infeccione­s baje en próximas semanas, incluso aunque por los cambios de criterio no sepamos a ciencia cierta cual es la incidencia real de infección ahora y al aumento de reinfeccio­nes por Ómicron. A partir de ahí y a medio plazo hay tres escenarios. El primero y más probable es que el SARS acabe pareciéndo­se a otros virus de su grupo (coronaviru­s del resfriado común) y deje de ser un problema de salud pública. El segundo es que sufra pequeñas modificaci­ones y tenga un carácter estacional similar al de la gripe obligando a vacunacion­es anuales a grupos de riesgo. Y el tercero es que aparezca una nueva variante que comprometa la eficacia de las vacunas. Éste es el menos probable ya que iría en contra de la evolución natural de los virus emergentes en su interacció­n con poblacione­s humanas que es hacia una menor letalidad.

El Ministerio ha hecho una gestión errática, de bajo perfil y poco transparen­te»

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