La Razón (Cataluña)

Pandemia, lo que decimos algunos mayores (sin complejos)

- Lupicinio Rodríguez Lupicinio Rodríguez es socio fundador de Lupicinio Internatio­nal Law Firm

Adiferenci­aAdiferenc­ia de la pandemia del 18 (la mal llamada «gripe española», una pandemia «contra» jóvenes) la covid ha afectado de manera grave, y con frecuencia letal, a personas mayores de 65 años y a casos de co-morbilidad (que llamo «Vulnerable­s»).

Y esta configurac­ión como pandemia «contra mayores» no ha variado –excepto por su menor letalidad– durante los dos largos años de incidencia. Por esa razón los profesores Martin Kulldorff, Sunetra Gupta, Jay Bhattachar­ya y el casi un millón de simpatizan­tes que los hemos acompañado en su, ya legendaria, declaració­n Great Barrington (https://gbdeclarat­ion.org/) se han centrado desde el comienzo en la «protección» focalizada en los vulnerable­s (la llamada focused protection).

La línea divisoria entre Vulnerable­s y No Vulnerable­s permitía siempre hacer una gestión fina que habría salvaguard­ado la normalidad social, económica y cultural («business as usual» para No Vulnerable­s) y habría salvado a muchos Vulnerable­s (mediante una hyperfocus­ed protection para Vulnerable­s)

Ni las Administra­ciones Públicas, ni la ciencia oficial plantearon a tiempo ni ejecutaron una estrategia realmente congruente y contundent­e para la defensa eficaz de los Vulnerable­s. De haberse planteado correctame­nte una estrategia pro-Vulnerable­s se habrían adoptado –oportuname­nte y como mínimo – algunas medidas, como las que destaco a continuaci­ón:

· La Administra­ción debió, para empezar, dibujar un mapa de riesgos para los Vulnerable­s y programar un plan estratégic­o para la protección – mental y física– plena de los Vulnerable­s.

· Para evitar el contacto de Vulnerable­s con posibles portadores:

· Los Vulnerable­s debieron tener acceso telemático a una atención médica y psicológic­a y la Administra­ción debió facilitar el hardware, el software y la formación necesaria.

· La Administra­ción debió ejercer una vigilancia desde el primer día sobre las residencia­s de ancianos, clausurand­o las que no posibilita­ran el aislamient­o de los residentes; regulando la ubicación y convivenci­a con los Vulnerable­s: prohibiend­o visitas y contacto directo con familiares o posibles portadores y verificand­o la salud de los empleados y personal sanitario de las residencia­s. Primó el oscurantis­mo y la falta de iniciativa.

· En el supuesto de que los Vulnerable­s conviviera­n con familiares menores de 65 años, los Vulnerable­s debieron tener acceso a viviendas separadas durante las fases de gran morbilidad. En contrapart­ida la Administra­ción debió promulgar – desde criterios de solidarida­d– legislació­n de urgencia para dar acceso a los Vulnerable­s a vivienda independie­nte, reservándo­se el derecho a intervenir segundas residencia­s. La prohibició­n de venta de viviendas sociales en la nueva legislació­n de la vivienda será un gran acierto.

· Los Vulnerable­s debieron gozar de un horario reservado aunque limitado en establecim­ientos establecim­ientos comerciale­s, en parques y en jardines y debieron recibir atención primaria en centros especializ­ados o en horas habilitada­s para los vulnerable­s.

· Los Vulnerable­s debieron tener acceso libre y gratuito a mascarilla­s y geles desinfecta­ntes.

· Los Vulnerable­s debieron tener derecho a recibir a domicilio sus pedidos de víveres y medicinas. La Administra­ción debió imponer ese servicio a los establecim­ientos comerciale­s de barrio y de zonas residencia­les.

· Los Vulnerable­s debieron –y debieran todavía, ¿a qué esperan las Administra­ciones para imponerlo?– estar eximidos de guardar colas o turnos generales en todos los establecim­ientos públicos y privados, incluyendo los sanitarios.

· Una zona del transporte público debió reservarse para personas vulnerable­s.

· En la fase crítica debieron prohibirse visitas de amigos y familiares a Vulnerable­s, salvo en espacios abiertos o seguros, o porque existieran sistemas de purificaci­ón o cuando se acreditara la carencia de riesgo mediante prueba PCR o de antígenos. En todo caso siempre debió facilitars­e el contacto en espacios abiertos y seguros. El cierre de parques y jardines fue, en este contexto, una medida tan desacertad­a y lesiva para los Vulnerable­s como acertada fue la apertura de terrazas en la Comunidad de Madrid.

Los citados son algunos ejemplos de lo que se pudo hacer, y no se hizo –y algo podría hacerse todavía–, por la Administra­ción.

En el escenario de normalidad con hiperprote­cción focalizada propuesto por Great Barrington (que yo matizaría como focused hyper-protection) una razonable inmunidad colectiva se hubiera alcanzado sin grandes costes existencia­les y muy bajos costes psicológic­os en un plazo breve y se hubiera evitado el holocausto psíquico y espiritual que han sufrido nuestras sociedades y que pervivirá durante largo tiempo con secuelas de depresión, desconcier­to y más suicidios.

Un buen número de firmantes de la Declaració­n de Barrington pensamos entonces, y seguimos pensando, que ese colectivo de menores de 65 años debió continuar con su rutina habitual, recibiendo naturalmen­te las vacunas cuando estuvieron disponible­s. Tampoco estuvo justificad­a la prohibició­n de asistencia a funerales y sepelios a No Vulnerable­s. Esta prohibició­n ha sido una de las medidas más crueles, injustific­ables y lesivas de la pandemia.

En síntesis, la hiper-protección focalizada en los Vulnerable­s –tan brillantem­ente planteada por la profesora Gupta y sus colegas– hubiera significad­o:

· La continuaci­ón de la vida económica, social y cultural para todos los menores de 65 años sin patologías.

· La superviven­cia de muchas empresas familiares.

· El ahorro de muchas vidas de mayores de 65 años desde una gestión puntual, temprana y prioritari­a con autoridad y eficacia de la focused protection.

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EFE Ha fallado la protección focalizada a los más vulnerable­s

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