La Razón (Cataluña)

La biblioteca Arús

- David F. Villarroel

UnaUna de las cosas de las que puede presumir con justicia Barcelona es de la red de biblioteca­s públicas, que hoy alcanzan la cifra de 40. Diseminada­s por todos los barrios y atendidas por un equipo de más de 350 trabajador­es, constituye­n el mayor equipamien­to cultural de la ciudad, y así lo corroboran los datos: más de veinte mil personas las visitan cada día, y un 45% de la población dispone del carné.

Una de las más curiosas y singulares es sin duda la biblioteca Arús, la primera biblioteca pública de Barcelona, en el número 26 del Paseo de San Juan, entre la plaza de Tetuán y el Arco de Triunfo. La discreción del edificio que la alberga contribuye a que pase desapercib­ida para el paseante, pero bien merece una visita.

Fundada en 1895 por Rossend Arús con la voluntad de instruir al pueblo de Barcelona, se ha convertido actualment­e en una biblioteca de investigac­ión especializ­ada en historia y cultura de los siglos XIX y XX, con un fondo especial sobre la masonería, el movimiento obrero, el anarquismo y Sherlock Holmes. Instalada en la casa que fue la residencia residencia de su fundador, tenía en sus inicios un fondo de 24.000 volúmenes, que hoy llegan a los 80.000, todos magníficam­ente encuaderna­dos y cobijados con esmero en armarios de puertas acristalad­as.

Si las biblioteca­s son el santuario del saber (que sí, en ellas, ocupa lugar), pocas habrá que hagan honor a este título con tanto merecimien­to como esta. La majestuosa escalera con dos columnas jónicas a cada lado por la que se accede es la primera muestra de ello, y no lo es menos la reproducci­ón, en el vestíbulo de entrada, de la Estatua de la Libertad de Nueva York, la única existente en España, y la cuarta en el mundo.

Llaman también la atención el mobiliario de madera noble y los símbolos asociados a la masonería, de la que Rossend Arús (escritor, poeta y filántropo, según reza la placa que figura a la entrada: ¿quién se atrevería a definir a un personaje de nuestros días con estos términos, especialme­nte especialme­nte el último, tan alto y hermoso?) fue el gran impulsor en Cataluña a mediados del siglo XIX.

Tiene uno la impresión al salir de allí de que durante la media hora apenas que ha durado la visita ha viajado hacia atrás en el tiempo. Un tiempo no tan sombrío como este, en el que palabras como libertad, igualdad y fraternida­d designaban conceptos sacrosanto­s y venerados para aquellos hombres ilustrados, librepensa­dores (otro término admirable) a la luz de la razón, que, como Rossend Arús, luchaban afanosamen­te por divulgar los valores de la cultura y el pensamient­o, convencido­s de que eran estos la mejor herramient­a para cambiar el mundo y mejorar la vida de la gente, del pueblo trabajador, como a ellos les gustaba decir.

Y se pregunta también uno qué pensarían aquellos hombres de los que ahora, por estar en el poder y en los gobiernos, deberían guiarse también por esos ideales.

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