La Razón (Cataluña)

El Barça gana de cualquier manera

► Suma su cuarta Copa en cinco años, las cuatro ante el Madrid. El equipo de Jasikevici­us se sobrepuso a la defensa blanca para ganar el título. Mirotic, MVP

- Mariano Ruiz Díez.

El Barça levantó su cuarta Copa del Rey en cinco años, todas ante el Real Madrid, en un Clásico marcado por intensidad defensiva y el intervenci­onismo extremo de Jasikevici­us y Laso. Si la final arrancó con el Madrid mandando fue gracias a la defensa, pero el Barça supo armarse de paciencia para rehacerse y resolver un partido que supone el vigésimo séptimo título de Copa del Rey para los azulgrana, a uno del Real Madrid.

La racha de Jasikevici­us ante el Madrid continúa.

De trece Clásicos disputados desde la llegada del lituano al banquillo, el Barça ha ganado diez. Y lo ha hecho de muchas formas diferentes.

En partidos raquíticos de anotación como el de ayer, en partidos más alegres, remontando, dominando con autoridad... y con Mirotic (19 puntos y 5 rebotes) como Jugador Más Valioso. El MVP apareció en el tercer cuarto para comenzar la remontada del Barça y embocó cuatro tiros libres en el último minuto para sofocar la reacción desesperad­a del Madrid.

Laso decidió dar un volantazo al paisaje de los últimos Clásicos. No le quedaba otra. La pizarra de Jasikevici­us, Jasikevici­us, la intensidad y la defensa azulgrana habían marcado los precedente­s recientes. Todas victorias autoritari­as del Barça. Para cambiar la dinámica, el Madrid apostó por hacer constantes cambios defensivos. El primer baile de Taylor con Laprovitto­la entraba en la más absoluta lógica. Lo que sucedió a partir de ahí no lo esperaba nadie. De pronto empezaron a surgir emparejami­entos antinatura­les que descolocar­on el ataque del Barcelona. Yabusele estaba con Calathes; Taylor se emparejaba con Mirotic; Deck cogía a Laprovitto­la... y el Barça se perdió entre la maraña de cambios, manos y contactos. A Jasikevici­us no le quedó otra que pedir tiempo (11-2). La reacción de Rudy saliendo del banquillo aplaudiend­o, gritando y felicitand­o a sus compañeros era la muestra de que el plan no podía haber funcionado mejor. La sangría aumentó porque con las rotaciones no bajó la actividad atrás del Madrid (19-3). En el primer cuarto, el Barça había recolectad­o sólo una canasta en juego de Mirotic y tres tiros libres. El 1/11 en tiros de campo y las cuatro pérdidas eran una gran recompensa a la defensa blanca, pero la final no había hecho más que empezar.

Abalde, dirigiendo y anotando, había sido pieza clave en el despegue, pero Heurtel y Llull no fueron por el mismo camino. Al francés, dos veces MVP de la Copa con el Barça, le costó entrar en la final. Llull está más para ejercer de dinamitero que de director. Con él, el ataque del Madrid carece de fluidez. Si está acertado, oculta esa deficienci­a. Si no, los puntos llegan con cuentagota­s. Y si delante está la defensa del Barça todo se complica un poco más. La virtud del Madrid fue no descentrar­se atrás pese a que en ataque dejó de sumar como en el arranque. En el Barça, salvo un triple de Kuric, los únicos puntos llegaban de los interiores. La defensa propuesta por Laso, liderada por un impecable

Taylor, marcaba el ritmo de la final en el descanso (29-18).

Al Barça no le quedaba otra que subir los decibelios.

El Madrid siguió con su apuesta por los cambios defensivos y la pregunta pronto empezó a ser si con un soberbio trabajo para proteger el aro era suficiente para ser campeón y para derrotar a este Barça. Entonces llegó Mirotic.

Como sucedió en semifinale­s, el ala-pívot reclamó los focos en un momento crítico.

Anotó 11 puntos, con dos triples incluidos, y el Barça sintió por primera vez que el viento cambiaba de dirección (39-35). Laso repitió la operación con la dirección del equipo. Primero se la entregó a Heurtel.

El base francés anotó un par de canastas por puro talento individual. No tuvo continuida­d, pero la defensa mantenía al Madrid por delante.

Un 0-7 del Barcelona, con triple de Laprovitto­la incluido, abrió las hostilidad­es en el tramo decisivo.

El Barça se había puesto por delante por primera vez (46-48) y ya quedaba clarísimo que el Madrid necesitaba algo más que una gran defensa. Laso sentó a Llull en una tarde aciaga para el capitán. Puso el equipo en manos de Abalde como en el arranque. Cada ataque era un quiero y no puedo. Sin elaboració­n, cada canasta era poco menos que un gol.

A Laso no le quedó otra que tirar de nuevo de Heurtel.

El francés restauró el equilibrio con cuatro minutos por delante (51-51). Pero al Madrid le surgió un problema inesperado: Rokas Jokubaitis. El base lituano se inventó dos jugadas seguidas de canasta y adicional y en medio de un carrusel de cambios frenético y un intervenci­onismo desmedido de los técnicos, el Barça siguió sumando (53-59 a 2:20).

Heurtel, el único capaz de fabricarse canastas en el Madrid, y Llull dejaron todo pendiente del último minuto (5959). Al Madrid le faltó clarividen­cia. Cuatro tiros libres de Mirotic y uno de Davies certificar­on el título azulgrana.

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