La Razón (Cataluña)

El «periodo de entreguerr­as»

El trípode

- Jorge Fernández Díaz

ElEl «periodo de entreguerr­as» es un término que ya está en la Historia acuñado para definir los 21 años transcurri­dos entre el final de la Primera Guerra Mundial el 11 de noviembre de 1918, y el comienzo de la Segunda el 1 de septiembre de 1939. Este periodo no fue un tiempo tranquilo, estable y pacífico, aunque por contraste con las dos guerras mundiales, pareciera un mal menor. Por eso, a esta primera década inicialmen­te se la denominó como «Los felices 20» pero, tras los acontecimi­entos de ese periodo que llevarían a la guerra en 1939, después de los Tratados de Versalles de 1919, se desmintió esa miopía histórica.

En esos veinte años triunfaron los bolcheviqu­es en Rusia y con ellos el comunismo en la URSS, el fascismo en Italia en 1923, el nazismo en Alemania en 1933, el Crack del 29 de la economía en EEUU, con la gran depresión subsiguien­te; y la Guerra Civil en España en 1936, entre otros conflictos militares de menor relevancia en diversas zonas de Europa. Tras Versalles, la Sociedad de Naciones, precedente de la ONU, fracasó totalmente en su función de gestionar la paz mundial, e impuso un «cordón sanitario» a la URSS para evitar su expansión a sus vecinos europeos.

Recordar este periodo de la Historia viene muy a cuento con ocasión de lo que sucede en Ucrania, con el riesgo en Europa de una guerra convencion­al no nuclear pero tampoco limitada a la región del Donbass, cuya independen­cia de Ucrania Putin ha decidido reconocer. Si el líder ruso determina no ocupar más allá del actual territorio de las dos autoprocla­madas repúblicas del Donetsk y Lugansk, estaríamos en presencia de lo que Putin y Biden denominaro­n «intervenci­ón técnica militar» e «intervenci­ón militar limitada» respectiva­mente, con una respuesta similar –como máximo– a la que se produjo en 2014 por parte de Occidente tras la anexión rusa de Crimea. El largo discurso de Putin anteayer televisado a todo el país fue su relato de lo que sucede y presagia lo que podría ocurrir al considerar a Ucrania como una «realidad política creada por Lenin con la Unión Soviética a partir de 1923», doliéndose de que lo pagara derribando sus estatuas tras acceder a la independen­cia en 1991.

Hoy 23-F, entre nosotros resuenan los tambores de guerra con una fuerza inusitada en Génova, en una guerra civil y cainita donde afloran todas las miserias humanas. «Alea jacta est» en latín y «game over» en inglés. Confiemos que se cumpla el refranero español de que «no hay mal que por bien no venga».

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