Conflicto en Ucrania
Eduardo Bajo.
En plena resaca por el reconocimiento de las repúblicas Donetsk y Lugansk por parte de Rusia y la cascada de sanciones para Moscú, el Kremlin informaba ayer por la mañana de que no planeaba desplegar sus tropas en las nuevas repúblicas reconocidas. Sin embargo, por la tarde el presidente Vladimir Putin solicitaba a la Cámara Alta del Parlamento de su país el uso de las Fuerzas Armadas en el extranjero.
Horas más tarde, el Senado anunciaba que había aprobado la autorización, dando vía libre a la entrada en Ucrania (al Donbás) del Ejército ruso, que aguardaba al otro lado de la frontera. Poco después, el presidente ruso dio por acabado el plan de coordinación para la pacificación de la zona declarando que «los acuerdos de Minsk ya no existen» e inaugurando una nueva etapa para estos territorios, que acogían la llegada de las tropas rusas con fuegos artificiales.
La afirmación más contundente del jefe del Kremlin llegó a continuación, cuando dijo que «Rusia reconocía la República Popular de Donetsk y la República Popular de Lugansk, lo que significa que reconoce sus fronteras dentro de las regiones de Donetsk y Lugansk cuando formaban parte de Ucrania». La contundencia del presidente ruso contrastaba con el titubeo de su ministro de Exteriores, Sergei Lavrov, que no acertó a dar una respuesta clara al ser preguntado esa misma mañana. Siendo así, los posibles escenarios se reducen, ya que las zonas controladas por los separatistas suponen un tercio del territorio total, los dos tercios restantes, de momento, permanecen bajo el control de las fuerzas de Kiev.
Sería factible que Rusia y su Ejército conquistaran el territorio que falta para alcanzar las fronteras que estas repúblicas ocupaban originalmente. Si desde el comienzo de esta crisis el Kremlin aseguró, por todos los medios, que no pensaba atacar Ucrania podría estar manteniendo esa promesa, puesto que para Moscú, ya no forman parte de Ucrania. El portavoz