La Razón (Cataluña)

El 23-F, el mito del Rey y la marca de calzones de Armada

- Julián Herrero

LaLa fecha del 23-F es inseparabl­e de una figura con muchísimo más recorrido que la del hombre que dinamitó el pleno del Congreso de aquel día al grito del ya mediático/histórico «¡quieto todo el mundo!». Gutiérrez Mellado, Suárez y Carrillo permanecie­ron estoicos ante el teniente coronel, su bigote y el tricornio, pero el nombre que quedó como «héroe nacional» fue el del entonces Rey: Juan Carlos I. Todavía haciéndose a una democracia en pañales, el Borbón e hijo de Don Juan dio el paso que se le pedía para mantener el orden. El resultado, ya lo conocen: Tejero & co. fracasaron y España (y sus gentes) tenía motivos de peso para pavonearse durante décadas con el pecho henchido de orgullo por haber frenado un golpe que, gracias al dios que estuviera de guardia, solo quedó en susto. Fue la mejor carta de presentaci­ón del monarca ante los que todavía dudaban de él por haber sido señalado directamen­te por Franco. Adiós a las vacilacion­es entre los no creyentes.

Pero el 23-F también significó un cheque en blanco para Don Juan Carlos, advierte Javier Cercas: «Se le blindó y ha sido malo para la democracia, malo para el propio Rey y malo para todos. Le dotó de un prestigio que fue un error». Lo confiesa el escritor en calidad de autor de «Anatomía de un instante» (2009), libro en el que rememora los momentos de tensión y que fue calificado por muchos como «antisistem­a o antimonárq­uico»: «Hoy algunos lo leen exactament­e al contrario, dicen que justifico al rey (emérito)», puntualiza Cercas de dos apreciacio­nes que «no solo son falsas, sino estúpidas. Delatan cómo ha cambiado el país en este tiempo».

Y fue este título en el que se fijó Àlex Rigola para levantar la pieza con la que llega a Madrid (Teatro de la Abadía, desde hoy hasta el 20 de marzo), por fin, después de pasearla por buena parte de España. Una adaptación teatral que es «imposible separar de la novela», asegura un director (y aquí también responsabl­e de la versión) que se declara fan de este periodo «extraño e interesant­ísimo», dice: «Si fuéramos americanos, ya habríamos hecho quince grandes películas sobre ello». De momento, nos conformamo­s con un nuevo espectácul­o de un capítulo del que sabemos casi todo. Porque, como afirama el escritor, «la verdad absoluta de la Historia no existe. Pero es que saberlo todo pertenece a la ficción y a la conspirano­ica. Quizá nunca sepamos la marca de calzoncill­o del general Armada...». Ni falta que hace.

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SILVIA POCH Después de recorrer buena parte de la geografía española, «23F. Anatomía de un instante» llega a la capital, al Teatro de la Abadía, hasta el 20 de marzo

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