El desafío del comercio «on-line»
ArcoArco 2022 arranca en un momento del mercado del arte condicionado por dos factores de enorme impacto: los efectos de la pandemia y el crecimiento exponencial de las ventas «on-line». En cuanto al primer aspecto, conviene comenzar por aquello que de «positivo» pudiera tener la crisis de la Covid sobre el formato de la feria. Durante la edición especial que celebró en julio del año pasado, Arco aprovechó las circunstancias sanitarias excepcionales para reducir el tamaño de la feria y minimizar así el efecto de saturación sobre los coleccionistas y visitantes. De cara al presente año, esta «desescalada» se ha mantenido, de suerte que la sección oficial verá reducido el número de expositores en casi una treintena con respecto a la edición de 2020, lo cual aproximará a la cita madrileña a las dimensiones más abarcables de las grandes ferias internacionales. Pero, claro está, la pandemia conlleva numerosas incertidumbres que, a medio plazo, se pueden tornar en factores de crisis. No es descubrir nada nuevo el afirmar que, a resultas del distanciamiento social exigido por la Covid, la cultura del «contacto virtual» se ha impuesto a la cultura del contacto físico. Las ferias –que, desde siempre, han funcionado como el «meeting point» ideal para marchantes y coleccionistas– pueden verse perjudicadas por el crecimiento de las compras a distancia. El coleccionista se está desacostumbrando a pisar el suelo de las galerías, priorizando otro tipo de canales de venta como, por ejemplo, el de las subastas y el del comercio «on-line», cuyos resultados anuales en 2021 presentan crecimientos que para nada invitarían a pensar que nos encontramos en un contexto de crisis económica.
De hecho, el sector específico del comercio «online» ha experimentado una evolución tan vertiginosa en los dos últimos años, que, por sus singularidades, requiere ser analizado como el principal causante de un posible cambio de paradigma en la economía del arte. La súbita moda del «arte NFT» situó, de un día para otro, al mercado artístico sobre un abismo que causaba vértigo incluso a sus propios promotores. Cierto es que, después de los 69,3 millones de dólares pagados por «Everydays: The First 5000 Days», de Beeple, la burbuja se ha desinflado considerablemente y es difícil que se vuelvan a alcanzar cifras tan obscenas. Pero, pese a este redimensionamiento de los precios, el «ámbito NFT» se ha convertido, en menos de un año, en una opción completamente normalizada por artistas y galerías a la hora de vender obras. Tanto es así que el NFT se encuentra detrás de los espectaculares resultados del comercio de arte «on-line» durante las últimas dos anualidades. Si, en 2019, las ventas «on-line» alcanzaron los 4.819 millones de dólares, en 2020 las cifras finales repuntaron hasta los 7.892 millones de dólares, y, solo durante la primera mitad de 2021 –la segunda está todavía a falta de resultados–, se contabilizaron 6.795 millones de dólares.
Con total seguridad, 2021 arrojará un crecimiento tan sobresaliente del comercio «on-line» que, para sorpresa de propios y extraños, conseguirá superar al volumen total de negocio movido por las casas de subastas. La interrogante que se abre a resultas de esto es: ¿conllevará el auge de las ventas «on-line» una crisis definitiva de todos aquellos formatos que impliquen la presencia in situ del coleccionista? ¿Tendrán que readaptarse las ferias al auge del comercio «on-line», facilitando fórmulas no-presenciales? Y, en caso de que así suceda, ¿qué sentido tendría la organización de una feria cuando dicho proceso de reformulación la conduciría a mermar aquello que más especial tiene: el contacto físico entre galeristas, artistas, coleccionistas y espectadores? Quizás –y contra este futuro incierto– todos los formatos resulten compatibles y el tradicional status quo no sufra grandes alteraciones. El tiempo lo dirá.
«El coleccionista se está desacostumbrando a pisar el suelo» «La moda del arte NFT situó el mercado sobre un abismo vertiginoso»