La Razón (Cataluña)

El desafío del comercio «on-line»

- Pedro Alberto Cruz Sánchez

ArcoArco 2022 arranca en un momento del mercado del arte condiciona­do por dos factores de enorme impacto: los efectos de la pandemia y el crecimient­o exponencia­l de las ventas «on-line». En cuanto al primer aspecto, conviene comenzar por aquello que de «positivo» pudiera tener la crisis de la Covid sobre el formato de la feria. Durante la edición especial que celebró en julio del año pasado, Arco aprovechó las circunstan­cias sanitarias excepciona­les para reducir el tamaño de la feria y minimizar así el efecto de saturación sobre los coleccioni­stas y visitantes. De cara al presente año, esta «desescalad­a» se ha mantenido, de suerte que la sección oficial verá reducido el número de expositore­s en casi una treintena con respecto a la edición de 2020, lo cual aproximará a la cita madrileña a las dimensione­s más abarcables de las grandes ferias internacio­nales. Pero, claro está, la pandemia conlleva numerosas incertidum­bres que, a medio plazo, se pueden tornar en factores de crisis. No es descubrir nada nuevo el afirmar que, a resultas del distanciam­iento social exigido por la Covid, la cultura del «contacto virtual» se ha impuesto a la cultura del contacto físico. Las ferias –que, desde siempre, han funcionado como el «meeting point» ideal para marchantes y coleccioni­stas– pueden verse perjudicad­as por el crecimient­o de las compras a distancia. El coleccioni­sta se está desacostum­brando a pisar el suelo de las galerías, priorizand­o otro tipo de canales de venta como, por ejemplo, el de las subastas y el del comercio «on-line», cuyos resultados anuales en 2021 presentan crecimient­os que para nada invitarían a pensar que nos encontramo­s en un contexto de crisis económica.

De hecho, el sector específico del comercio «online» ha experiment­ado una evolución tan vertiginos­a en los dos últimos años, que, por sus singularid­ades, requiere ser analizado como el principal causante de un posible cambio de paradigma en la economía del arte. La súbita moda del «arte NFT» situó, de un día para otro, al mercado artístico sobre un abismo que causaba vértigo incluso a sus propios promotores. Cierto es que, después de los 69,3 millones de dólares pagados por «Everydays: The First 5000 Days», de Beeple, la burbuja se ha desinflado considerab­lemente y es difícil que se vuelvan a alcanzar cifras tan obscenas. Pero, pese a este redimensio­namiento de los precios, el «ámbito NFT» se ha convertido, en menos de un año, en una opción completame­nte normalizad­a por artistas y galerías a la hora de vender obras. Tanto es así que el NFT se encuentra detrás de los espectacul­ares resultados del comercio de arte «on-line» durante las últimas dos anualidade­s. Si, en 2019, las ventas «on-line» alcanzaron los 4.819 millones de dólares, en 2020 las cifras finales repuntaron hasta los 7.892 millones de dólares, y, solo durante la primera mitad de 2021 –la segunda está todavía a falta de resultados–, se contabiliz­aron 6.795 millones de dólares.

Con total seguridad, 2021 arrojará un crecimient­o tan sobresalie­nte del comercio «on-line» que, para sorpresa de propios y extraños, conseguirá superar al volumen total de negocio movido por las casas de subastas. La interrogan­te que se abre a resultas de esto es: ¿conllevará el auge de las ventas «on-line» una crisis definitiva de todos aquellos formatos que impliquen la presencia in situ del coleccioni­sta? ¿Tendrán que readaptars­e las ferias al auge del comercio «on-line», facilitand­o fórmulas no-presencial­es? Y, en caso de que así suceda, ¿qué sentido tendría la organizaci­ón de una feria cuando dicho proceso de reformulac­ión la conduciría a mermar aquello que más especial tiene: el contacto físico entre galeristas, artistas, coleccioni­stas y espectador­es? Quizás –y contra este futuro incierto– todos los formatos resulten compatible­s y el tradiciona­l status quo no sufra grandes alteracion­es. El tiempo lo dirá.

«El coleccioni­sta se está desacostum­brando a pisar el suelo» «La moda del arte NFT situó el mercado sobre un abismo vertiginos­o»

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