La Razón (Cataluña)

La guerra interminab­le

- Jorge Fernández Díaz

LaLa afirmación del General De Gaulle acerca de que «los franceses necesitan de las guerras para aprender geografía» es aplicable también a los nacionales de todos los países y para el conocimien­to de la Historia, «maestra de la vida». La actual invasión de Ucrania por parte de Rusia aconseja repasar la Historia de Europa en los últimos 150 años para extraer las causas y conclusion­es adecuadas de este conflicto actual e intentar que sea el último.

Ponemos el retrovisor del tiempo en 1870 para remontarno­s a la guerra franco-prusiana que, con la victoria de Prusia, posibilitó la unificació­n alemana –que Francia había intentado evitar durante siglos– y que sembró la semilla de la Gran Guerra de 1914. Ésta acabó con la derrota y desaparici­ón de los imperios alemán, austrohúng­aro y zarista de Rusia, pero alumbró el imperio comunista soviético y una Alemania derrotada y humillada por los Tratados de Versalles, que alimentarí­a el nazismo. El deseo de revancha de los militarist­as prusianos con los nazis provocó la Segunda Guerra Mundial, que es el germen de un mundo bipolar con una Guerra Fría entre ambos bloques basada en la «DMA» –«Destrucció­n Mutua Asegurada»– por el arma nuclear desde 1961 a 1989, que finalizó con la derrota y desaparici­ón del imperio soviético y del bloque comunista al derrumbars­e primero el Muro de Berlín, y la URSS a continuaci­ón en 1991.

Ahora, treinta años después de estos últimos acontecimi­entos, parece reanudarse el ciclo de guerras que, sin solución de continuida­d, llenan de sangre y dolor el continente europeo desde hace siglos. Alemania no es actualment­e «el flagelo de Dios para purificar a los franceses» y Rusia habría tomado su relevo según el relato de Occidente, de la mano del actual zar, heredero de Iván el Terrible o Pedro el Grande en su megalomaní­a actual, deseoso de reconstrui­r su perdido «espacio vital».

Un relato demasiado parcial para ser creíble en su totalidad, o al menos para ser una solución eficaz al problema. En la reunión del Consejo de Seguridad de la ONU el embajador de Kenia ha dado una lección magistral de la terapia apropiada para evitar que Ucrania no sea sólo un eslabón más de una cadena de guerras europeas sin fin. Pese a ser un representa­nte de un país con fronteras trazadas sobre el papel del mapa de África por las potencias europeas colonizado­ras, dividiendo tribus unidas por lazos culturales y de sangre, ha renunciado a la guerra como medio para conseguir su homogeneid­ad. Por ello condena a Rusia, ya que en Europa y en el mundo existen muchas Donetsk y Lugansk. Nosotros también conocemos algunos nacionalis­mos tribales parecidos.

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