La Razón (Cataluña)

En defensa de la democracia en Cataluña

- Maite Pagazaurtu­ndúa Ruiz Maite Pagazaurtu­ndúa Ruiz es eurodiputa­da

AnaAna Losada, Presidenta de la Asamblea por una Escuela Bilingüe, tomó la palabra en la Comisión de Peticiones del Parlamento Europeo hace pocos días y dejó clara la fuerza, pero también la desazón que están viviendo las familias que intentan que sus hijos puedan tener también el español como lengua vehicular en la escuela. El acoso –de un nivel de crueldad sin parangón– a la familia de Canet lo fue para intentar asustar al resto de familias y es propio de todos los abusadores políticos en cualquier tiempo y lugar, pero un movimiento civil se ha plantado contra ese estado de cosas con un liderazgo lleno de razón. Es imparable, creo yo.

De hecho reclaman el cumplimien­to de la sentencia de 16 de diciembre de 2020 del Tribunal de Justicia de Cataluña que declaró que el español tiene una presencia residual en el sistema educativo catalán y que esa realidad es contraria a la Constituci­ón, al Estatuto de Autonomía, a las leyes orgánicas de educación, o a la jurisprude­ncia. Después, el recurso de casación de la Generalita­t fue rechazado por el Tribunal Supremo que declaró firme la sentencia en noviembre de 2021. Desde entonces el presidente de la Generalita­t y el Consejero de Educación han expresado su voluntad de no modificar el sistema, promoviend­o tretas para el incumplimi­ento propio o mediato.

Bajo la retórica de la protección de la lengua catalana se lleva produciend­o durante déca das, de forma consciente, la discrimina­ción de personas reales, porque en realidad lo que importa es la imposición de una única manera de identidad política. Bien se ve en el acoso a los jóvenes de S´ha Acabat, bajo la cobardía de las autoridade­s universita­rias que deberían defenderlo­s sin complejos y proclamar la libertad, o en la hostilidad contra el ejercicio político de otras ideas que las secesionis­tas en los municipios donde los fanáticos tienen más capacidad de control social.

Echamos la vista atrás y somos consciente­s de que durante décadas se ha consentido que la mayoría de las institucio­nes regionales hayan creado una maquinaria para la imposición lingüístic­a e ideológica.

En el caso de que les guiara el amor a la lengua catalana, y su normalizac­ión en el entorno educativo o administra­tivo, era o es una manera de amar tóxica, porque lo que muestra son rasgos de obsesión para la eliminació­n de la lengua española de los entornos públicos y educativos.

Es intolerabl­e que desde los poderes públicos se fabrique una política de hostilidad y de actos discrimina­torios contra personas reales, niños y niñas, familias, a los que mutilan sus derechos de ciudadanía democrátic­a, al negar que el español también sea lengua vehicular.

Los gobiernos de la nación han sido ciegos primero, y cobardes después, ante la consolidac­ión de un modelo de violación de derechos civiles. De hecho, durante largos años, sólo un puñado de valientes, entre ellos los de la Asociación para la Tolerancia o los de Convivenci­a Cívica Catalana argumentar­on y clamaron contra este estado de cosas en un ambiente que los despreció y en una opinión pública que los ignoró. Pero su constancia fue clave para que en los últimos años se fueran sumando nuevas iniciativa­s ciudadanas como la Asamblea por una Escuela Bilingüe, Sociedad Civil Catalana o Impulso Ciudadano que dan visibilida­d al gran chantaje político y moral al que está sometido al estado de derecho en Cataluña. Todos esos valientes podrían decir que defender la libertad tiene un coste, pero que vale la pena, porque defender los valores del pluralismo y de la no discrimina­ción por razón de las ideas es segurament­e la batalla democrátic­a de fondo más importante en cualquier tiempo y en cualquier lugar que quiera ser o seguir siendo una democracia.

Los valores y principios del Estado de derecho democrátic­o son los que cimentan la Unión Europea, están consignado­s en los Tratados y la Comisión Europea es, así se proclama, guardiana de los Tratados. De forma directa o indirecta, es pues, un asunto europeo. No puede existir hostilidad desde los poderes públicos contra personas por desear ejercer sus libertades, ni discrimina­ción organizada desde las institucio­nes públicas en una política de censura nacionalpo­pulista que se consienta en un rincón de la Unión Europea. Si el gobierno español sigue mirando hacia otro lado, la Comisión Europea deberá actuar y obligar a España a cumplir con los principios y valores que cimentan la Unión Europea.

Para que caigan los velos es importante que una Misión del Parlamento pueda ver sobre el terreno lo que está sucediendo en Cataluña y es importante que la Comisión Europea investigue los hechos de persecució­n a los jóvenes constituci­onalistas. Por eso hemos apoyado la petición de Ana Losada y no cesaremos de solicitar amparo a la Comisión Europea hasta que asuma la gravedad de los hechos que le vamos trasladand­o.

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