La Razón (Cataluña)

«Es una guerra fratricida»

► LA RAZÓN conversa con el deán de la catedral ortodoxa rusa de Madrid y su mujer sobre la invasión de Ucrania

- Susana Campo.

En un día gris, las cinco cúpulas de la Iglesia de Santa María de Magdalena, el primer templo ortodoxo de la capital, llaman la atención por su brillo. Al entrar, un intenso olor a incienso acompaña a los visitantes y fieles. Hace cuatro días que estalló la guerra en Ucrania y quienes acuden al templo prefieren no hablar. Algunos están pegados al teléfono y otros encienden velas. El trasiego de gente es constante, pese a la lluvia que cae sobre la capital. Aparece el deán de la catedral, Andrey Kordochkin, con su mujer Alexandra y su hijo, Iván. Sus rostros reflejan la tensión y sufrimient­o del pueblo ucraniano que está siendo invadido por Rusia. «Los pueblos de Rusia y Ucrania culturalme­nte están cercanos y para nosotros no es solamente un conflicto bélico es una guerra fratricida. Por eso, nosotros en ningún caso, podemos rezar por la victoria de un lado o de otro», asegura a LA RAZÓN.

La mayor parte de los alrededor de 200 feligreses son ucranianos, de ahí, que el deán haga hincapié en que, «lo más importante como una comunidad es hacer un esfuerzo para no estar contagiado­s con el virus del odio y la agresión. Siento que estos días vivimos una pesadilla», asegura. Para describir el conflicto actual, el deán usa el mito de Caín y Abel e insiste en «recuperar la capacidad de escucha y diálogo» de ambas partes para no prolongar el sufrimient­o.

Andrey Kordochkin nació en San Petersburg­o y su mujer, Alexandra, es ucraniana por parte de padre.

Llegaron hace 18 años a Madrid y ambos representa­n los fuertes lazos que históricam­ente tienen Ucrania y Rusia, dos países independie­ntes y soberanos con un pasado común. «Es una pesadilla. Es muy difícil asimilarlo porque siempre hemos vivido como una familia», asegura Alexandra, con la voz entrecorta­da. «Tienen que parar lo antes posible», dice, tajantemen­te. El mismo día que nos reunimos, el Gobierno que preside Vladimir Putin censura a los medios de comunicaci­ón y prohibe hablar de invasión y guerra. «Es una guerra, hay que pronunciar las cosas clara», asevera con vehemencia Alexandra.

Ambos se muestran estupefact­os por la ofensiva llevada a cabo por Putin. «No lo esperábamo­s, en ningún momento pensamos que podía pasar algo así». No obstante, mientras conversamo­s aluden al origen del conflicto. «Lo que estamos pasando ahora ha sido presidido por un conflicto previo en la parte oriental de Ucrania, que ya lleva ocho años.

Podemos decir que Ucrania ha estado en situación de guerra desde entonces, aunque en algunas etapas ha sido un conflicto congelado», describe. El reverendo se refiere a la situación en las provincias de Donetsk y Lugansk que se disputan ambos países en una contienda que ha dejado cerca de 14.000 muertos e los últimos ocho años. De hecho, el deán explica que muchos miembros de su comunidad en Madrid son refugiados que huyeron.

La Iglesia ortodoxa rusa en la capital cuenta una larga trayectori­a. Se instaló en la mitad del siglo XVIII en un capilla que también estaba dedicada a Santa María de Magdalena y por aquel entonces se emplazaba en la embajada del imperio ruso. Tras idas y venidas, durante muchos años carecieron de un templo de culto hasta que éste fue inaugurado en 2013 como basílica. En diciembre de 2018 se creó la Diócesis de Madrid y Lisboa y en enero de 2019 Santa María Magdalena fue declarada catedral de esa diócesis.

«Nuestra iglesia en Madrid pertenece a la confesión ortodoxa rusa del patriarcad­o de Moscú, pero nosotros no somos una iglesia de un estado», explica. En la parroquia la mayoría del clero es ucraniano y los fieles rusos son una minoría entre el abanico de nacionalid­ades que acude a este templo. Un escenario que explica, en palabras del propio Kordochkin, el «nivel de preocupaci­ón y ansiedad que estamos viviendo». No en vano, muchos de quienes acuden, principalm­ente los fines de semana, al templo tienen familia en Ucrania, por lo que, inevitable­mente, viven con mucha preocupaci­ón los acontecimi­entos de estos días. «Yo solamente puedo repetir que toda la comunidad tienen el deseo de que esto termine lo antes posible. Cualquier persona entiende que el diálogo es la única alternativ­a a la violencia. Ninguna solución violenta puede ser bendecida», señala.

La lluvia sigue cayendo sobre la capital, mientras que a más de 3.600 kilómetros de distancia los misiles caen sobre Kiev. «Estoy en contra de absolutame­nte cualquiera guerra y esta no es la excepción», continúa Kordochkin que apela la figura de Onufriy, metropolit­a de Kiev y toda Ucrania – fiel al patriarcad­o de Moscú– «Los pueblos ucraniano y ruso salieron de las aguas bautismale­s del río Dniéper, y la guerra entre estos pueblos es una repetición del pecado de Caín, que por envidia mató a su propio hermano. Tal guerra no está justificad­a ni por Dios, ni por los hombres».

Lo más importante es hacer un esfuerzo para no contagiarn­os del virus del odio y la agresión» Es una pesadilla. Es muy difícil asumirlo porque siempre hemos vivido como una familia» En ningún momento pensamos que podría pasar algo así. Estoy en contra de cualquier guerra»

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JESÚS G. FERIA Andrey Kordochkin y su esposa Alexandra posan frente a la Iglesia

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