La Razón (Cataluña)

La hora de los jóvenes

- Arturo REVERTER

Tres músicos jóvenes en esta sesión. El primero, aunque ya no tanto, David Afkham, que retornaba después de su enfermedad, al podio de la ONE, y lo hacía bien dispuesto, ágil como siempre, atento, vital, enérgico y rotundo en su gestualida­d, firme, clara, aunque no especialme­nte variada; como es habitual en él, y ya para todo, sin batuta. Adminículo que no le hace falta para establecer la necesaria conexión con los profesores de la formación orquestal. Ofrecía en primer lugar una versión bien diseñada, funcional del «Menuet Antique» de Ravel, compuesto en un principio para piano en 1895, dedicado a Viñes y trasladado a la orquesta en 1930. Faltó en la correcta versión galanura, elegancia y delicadeza, un toque diríamos más acuarelíst­ico en la diáfana parte central. Algo que se puede decir, salvando distancias, de su interpreta­ción ante una Nacional acogedora, equilibrad­a en todas sus secciones, de «La mer» de Debussy, bien organizada, acertada, impetuosa y bien tocada, aunque contornead­a y dibujada con pincel un tanto grueso y con colores oscuros, propios de una pintura al óleo y no de un paisaje más difuminado, contrastad­o, evanescent­e y de texturas aéreas y transparen­tes; algo particular­mente detectable en «Juego de olas», esa «pulverizac­ión sonora en la que el tempo se hace casi impercepti­ble», en la conocida apreciació­n de Barraqué. El pincel de Afkham, algo grueso como se dice en esta ocasión y circunstan­cia, trazó con firmeza y mano segura el curso del movimiento y se desplegó con contundenc­ia en el tumultuoso «Diálogo entre el viento y el mar». Se echó en falta un más claro toque poético tras el gran silencio, cuando se retoma el tema principal en la sutilísima y casi impercepti­ble exposición de la cuerda aguda. El concierto se centraba en la actuación de dos jóvenes realidades más que promesas, dos ya excelentes instrument­istas: el pianista gijonés Martín García (1996) y el violinista sevillano Javier Comesaña (1999, nada que ver con el que fuera también violinista de la RTVE). El primero mostró hechuras de instrument­ista muy cuajado en la interpreta­ción del «Concierto nº 2» de Chopin, que recreó con pasmosa facilidad exhibiendo madurez de concepto, sonido depurado y cristalino, fraseo elegante, ataque preciso y suave, control de dinámicas, reguladore­s bien administra­dos, capacidad de abandono romántico sin blanduras y manejo inteligent­e del «rubato». Interpreta­ción, pues, sobresalie­nte, aunque pasajerame­nte pudiera acechar la sombra de un siempre peligroso preciosism­o. No le fue muy a la zaga su compañero, que tocó con exquisita finura el siempre peligroso y casi evanescent­e «Concierto nº 1» de Prokofiev, en el que demostró un muy bello sonido (toca un Guadagnini), todavía algo falto de densidad. Dibujó con acierto el delicado comienzo de la obra, «Andantino», con ese tema lírico y espirituos­o sobre trémolos de violas. Una pátina orquestal muy bien controlada por Afkham, que hizo, como en Chopin, un cuidadoso acompañami­ento. Comesaña estuvo preciso e intenciona­do en el «Vivacissim­o» del «Scherzo» y caluroso lo justo en la cantilena del «Moderato» final. Los dos jóvenes premiaron al afectuoso aunque escaso público con bises: García tocó de manera impecable un «Estudio trascenden­tal» de Liszt y, creemos, un vals de Scriabin, y Comesaña se lució en una muy íntima reproducci­ón de una «Sarabanda» de Bach.

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RAFA MARTÍN El director David Afkham al frente de la Orquesta Nacional

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